La bona fides es un principio superior milenario de convivencia en la vida cotidiana que desde la antigua roma, lo ha tomado el derecho, como propio y rector.
La buena fe rige en todas la sociedades como el estado mental de honradez, de convicción en cuanto a la verdad o exactitud de un asunto, hecho u opinión. Con sencillez se mira en las personas la rectitud de una conducta.
Quien ha tenido la posibilidad de observar comportamientos de otras sociedades ve en todos los países que está ‘a flor de piel’. Sin dobleces. De manera directa y simple. Es el principio que caracteriza el día a día. Desde el saludo hasta el mensaje coloquial.
Este principio milenario perdura en el tiempo y en casi todo el mundo. Es regla rectora que se transmite de generación en generación y trasciende a lo colectivo. La practican dia a dia internalizada. Toda norma – ya sea social o jurídica – es confirmada por una excepción. Con tristeza, esa irregularidad es la que ha crecido en los últimos años en nuestra sociedad. Y así nos ven desde afuera u otras naciones.
Obsérvese lo que está roto en el tejido social. Son dos palabras que significan mucho: buena y fe.
Buena o bueno – del latín bonus – es un adjetivo que señala aquello que posee bondad. Que es encantador, resulta atractivo, apetitoso o conveniente. La persona buena, en este sentido, evidencia una predisposición a realizar el bien, mientras que las cosas buenas son las que superan lo frecuente u ordinario. Bueno conlleva lo que está bien y se define en oposición a lo que está mal.
Fe, deriva del latín fides y nombra al grupo de las creencias de una persona o de una colectividad. La fe también es el concepto favorable que se posee de un individuo o de una cosa. Además, implica la confianza y la afirmación de que algo tiene certeza.
Esos comportamientos que vulneran ese atributo social rompiendo su esencia, los denominamos, para que nos pegue un sacudón fuerte en el interior, ’argenios’, es decir, mitad argentinos y mitad genios. Son esos talantes que marcan la diferencia, negativamente. Y se ha ido naturalizando de tal manera que quien engaña a la compañía de seguros, es ‘gran argenio’. También lo es, quien en menos de tres horas esta en el Obelisco tras trazar 300 km de distancia, circulando a alta velocidad en cualquier ruta del pais. Lo propio quien evade…todo lo que pueda, para sentirse ‘distinguido’ o paga $ 3.000 para que le acerquen el carnet de conducir a domicilio sin moverse de su casa y solo entregando una foto y una fotocopia del documento de identidad, junto a la suma citada. Las situaciones son casi infinitas. El vehículo se estaciona mal y la culpa es del inspector de transito que hace la multa. Lo mismo si se pasa el semáforo en rojo. La culpa es del encargado de las luces. Las explicadas son solo a título referencial. Y así transitamos. Contando hazañas de conductas impropias, pero que fuera de los límites territoriales no se ocurrirían, pero en rancho propio, se compite por ser el ‘campeón de los argenios’!
La gran pregunta es, alguna vez se reflexionará al respecto?. Se hará un gran debate nacional y procurará un cambio…o todo seguirá igual por los siglo, de los siglos, y amén – que así sea…y será!,
Ahora bien, ese comportamiento viene desde los hombres que encarnan el Estado y el pueblo imita; o por el contrario, está en nuestra esencia de ser nacional, y se traslada al Estado y por ello no hay compromiso de revertir la situación y trabajar para que la buena fe sea la esencia del desarrollo de las sociedades.
Esos principios de honradez y buen comportamiento solo funcionan en grupos aislados, pero no colectivamente.
Por donde se observa esta todo contaminado de conductas de ‘argenios’. Se está muy distante del deber de no actuar en perjuicio de los demás.
Una pregunta que cabría desde la observación es. Si quienes son los ojos del Estado, es decir los funcionarios públicos que conducen y toman decisiones, también son ‘argenios’, ya que rompen el principio rector de la buena fe y ante ello, quien es gobernado imita la imagen del espejo, por lo tanto se hace difícil revertir el cuadro descripto. El funcionario con decisión que estafa moralmente con la mentira o engaños, no da el ejemplo a imitar, y es ‘argenio’, o por el contrario, los valores de cada individuo deben ser de tal fortaleza que no se siente con idea de imitación, y entonces hace ‘argenialidades’ hasta donde puede.
Lo cierto es que si queremos transitar hacia un cambio real, concreto y de transformación, lo primordial es comenzando por no vulnerar la buena fe colectiva. Ese será el principio de renovados aires que necesita una nación en crisis y moralmente deplorable.
Esas modificaciones deben empezar a verse en crecimiento si se está en el convencimiento que la sociedad necesita cambios profundos. Por algún lado hay que empezar. Que la buena fe crezca dependerá de todos los sectores y escalas sociales. Y los ejemplos deben verse en los que tienen más responsabilidades o compromisos, ya que ‘a mayor trascendencia pública, mayor responsabilidad pública, y no impunidad pública’.
Que la buena fe se construya en la sociedad y que sea otro, la excepción a la regla mundial, y no los ‘argenios’. Hoy es un buen domingo para empezar.