Todos los gobiernos cuentan con lo que comúnmente llamamos “herramientas”. En algunos casos éstas se visualizan en determinadas acciones políticas, económicas o sociales. En otros, se personifican en dirigentes.
A lo largo del tiempo hemos visto variados ejemplos en todos los niveles de la actividad política: nacional, provincial y municipal.
Veamos. La convertibilidad ideada por Domingo Cavallo constituyó una herramienta que le posibilitó al presidente Carlos Menem permanecer una década en el poder, logrando incluso, la reforma de la Constitución Nacional que le permitió su reelección. Hay quienes podrán decirnos que en este caso la “herramienta” fue el llamado “pacto de Olivos” pero podemos responder que sin la convertibilidad no hubiera podido ser posible el acuerdo con Raúl Alfonsín.
En cuanto a la personificación de la “herramienta” podemos citar a Carlos Corach, ministro del Interior de Menem quien, durante muchos años determinaba – a la mañana en la puerta de su casa – la agenda acerca de la cual iban a hablar los periodistas en los medios de comunicación y los dirigentes de cualquier signo con acceso a éstos.
Otro caso, más reciente, fue el candidato derrotado Aníbal Fernández, a quien todos esperaban a las siete de la mañana en la puerta de la Casa Rosada para que cumpliera el mismo papel. Lo mismo, sin tanto éxito, había intentado Capitanich en sus a veces inexplicables conferencias de prensa diarias.
Otra “herramienta” exitosa para algunos y padecimiento para otros, fue el “relato” instalado por Cristina Kirchner y su esposo a lo largo de doce años. El “relato” fue querer convencer que se vivia una especie de “epopeya revolucionaria” que terminaría ubicándonos entre los países más felices del mundo. Los medios de hoy muestran que se estaba lejos de ese “éxito” incluida las causas judiciales por corrupción y otros negociados.
Pero también existen otras herramientas. Que las podemos identificar también en políticas y en determinados dirigentes.
La credibilidad: consiste en cumplir con lo que se promete.
La transparencia: que todos podamos ver lo que se hace con lo que pagamos en impuestos.
La verdad: que no nos mientan pretendiendo que creamos que no tenemos ni tendremos problemas como consecuencia de lo que se hizo en los últimos años.
La honestidad: algo que tanto extrañamos en nuestros gobernantes.
Más allá de las políticas están quienes las implementan. El pueblo reclama una renovación en esa dirección. Transformación en las políticas pero también en la clase dirigente. Hombres y mujeres que demuestren estas capacidades y convicciones.
Personas capaces de llevar adelante los cambios imprescindibles. Dirigentes políticos, empresarios, sindicales y sociales que antepongan el bienestar general por sobre cualquier otra cuestión. Que gobiernen con esas ideas. Que enfrenten la corrupción, que garanticen la existencia de una justicia independiente, que trabajen por la salud y la educación públicas. Que se preocupen por generar trabajo.
En definitiva, que cumplan un papel antagónico frente al que relatamos al principio. Que demuestren compromiso con lo que se viene viendo o a se ha observado hasta nuestros días. Cualquiera sea el origen, que se pongan al hombro las responsabilidades que tienen.
Al respecto, hay gestos que parecería que marcan esos cambios.
En el distrito el Intendente muestra un rumbo de dirección concreta y busca el bien común. Se proyecta en ese camino. Varios dirigentes de su gobierno lo acompañan en la senda. Hasta desde la oposición son cuidadosos ya que han descubierto lo que espera el pueblo de sus elegidos y se suman en el acompañamiento. Ver la tarea en el Concejo Deliberante, sobre todo en las comisiones, infieren esta descripción.
Haber escuchado recientemente al diputado PRO que se debe trabajar para cerrar la grieta, es auspicioso.
Otro caso, se observa en el presidente del Bloque de Diputados de Cambiemos en la Provincia de Buenos Aires, que viene acompañando al gobierno con ese rumbo. Fue el protagónico para la aprobación de la emergencia administrativa bonaerense. (Hablando de herramientas, esta es sustantiva para el desempeño del gobierno de María Eugenia Vidal, se menciona en La Plata). Junto a otros dirigentes evitaron que hechos que se originaron en las puertas de la legislatura y que el pueblo rechazó – una vez más -, se trasladaran portones adentro para provocar el levantamiento de la sesión.
Es el mismo dirigente que direccionó el gobierno que terminó en 2015, en el consenso y estrategias. Tuvo aceptación y críticas, pero fue una herramienta clave en esa gestión. Aceptable o reprochable, pero marcó la diferencia.
Se lo observa hoy parte del cambio de la nueva dirigencia transformando conductas de la política en que creció, rescatando la idea de consenso y diálogo con la oposición, y mostrando sencillez. Y al igual que los PRO, poniéndose con firmeza necesaria cuando las circunstancias lo requieren.
Es decir, dentro del distrito nuevejuliense, se vislumbran por caminos distintos, acciones en el mismo sentido, y son unos pocos.
Saliendo de este escenario, en estas horas, al observar voces de corrientes varias, da la sensación que está en juego el futuro de la Nación.
Por un lado, está en la mira, a quienes pretenden la consolidación de una democracia republicana. Por otra parte, se escucha a los que intentan que todo pase por un partido único. Oportunamente lo marcaron los extremos de las pretendidas, izquierda o derecha. En el medio el gran caudal del pueblo que quiere aguas quietas, de trabajo en conjunto y respeto de las voluntades populares, con afianzamiento de las instituciones que consoliden el sistema republicano. Que en las postrimerías del Bicentenario de la Independencia se mire, hacia el futuro, con grandeza. Hasta el domingo que viene.