Leí días pasados un artículo que analizaba la actualidad de los partidos políticos en todo el territorio nacional.
La nota hacía referencia a las dificultades que se les viene presentando a estas organizaciones de personas e interés, desde hace varios años a esta parte. Algunos creen ver esos conflictos en que se dejó de mirar el interés colectivo por el partidario. Otros, consideran – en esa corriente me encuentro – que todo se promovió cuando la política, sus partidos y sus dirigentes comenzaron a defraudar las expectativas de la gente.
Al respecto, la observación es recurrente en todos los niveles de representación. Es decir, ámbito nacional, provincial y distrital o municipal.
La debacle se instaló definitivamente cuando los ciudadanos sintieron que no estaban representadas esas esperanzas y las dificultades de cada ser o familia, no obtenían respuestas específicas, precisamente por quienes habían sido elegidos por cada ciudadano con su sufragio.
Y ahí sí, afloró, que la dirigencia en términos generales ha privilegiado la satisfacción de sus intereses personales por sobre el trabajo para mejorar la calidad de vida de cada vecino como integrante de una misma comunidad.
Recientemente, se ha visto – miércoles último – cómo se convirtió en un hecho político – con show previo desde un bacón – a una cuestión jurídica, con la tristeza como país que las imágenes eran observadas desde el mundo entero y la protagonista había llevado los destinos de la Nación por ocho años.
Es decir, para el mundo se hizo un espectáculo de sospechas de corrupción. Muy triste!. En otras naciones, un convocado a un Tribunal va con cabeza baja, más allá de la culpabilidad o inocencia, por pudor y respeto al poder convocante y en silencio. Esto se entiende, en otras sociedades!… En la argentina contemporánea, no!.
En la medida que la política no se eleve a la recuperación de valores y principios rectores y acepte que la transparencia es parte de los reclamos sociales, será difícil rescatar el compromiso, creatividad y esfuerzo de la mayoría de quienes la componen y representan, hacia una sociedad esperanzada en encontrar en sus miembros, hombres y mujeres que ayuden al bienestar general, desde esa transformación.
Los habitantes de la nación – y por lógica los nuevejulienses- necesitan de dirigentes políticos capaces, serios y honestos que trabajen para los ciudadanos y no para ellos y sus amigos, que privilegien los intereses y las necesidades de todos por sobre las de ellos y sus amigotes. Dirigentes que aprendan a dar un paso al costado cuando se cumplen los ciclos, y máxime cuando han dejado de gobernar por el voto popular. Y, finalmente, dirigentes que sostengan sus ideas en el tiempo y no vayan cambiando de bote según sea el timonel que llega. Todos los partidos tienen que hacerse una ‘mea culpa’ pero el justicialismo por la gravitación que ha tenido en todos estos años, es claro ejemplo, a nivel distrital, desde el deceso de su líder, hace 8 años, que requiere una urgente revisión!. Hasta el domingo.