sábado, abril 19, 2025
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Monseñor Ariel Torrado Mosconi recreó el gesto de humildad de Jesús e invitó a “gastar la vida por amor al prójimo”

El Obispo de Nueve de Julio presidió una emotiva celebración de Jueves Santo en la Catedral Santo Domingo de Guzmán

Se celebró este jueves en la Catedral Santo Domingo de Guzmán la tradicional misa de Jueves Santo, presidida por el Obispo de la diócesis de Nueve de Julio, monseñor Ariel Torrado Mosconi. La celebración litúrgica, que recuerda la Última Cena de Jesús con sus discípulos, marcó el inicio del Triduo Pascual, el tiempo más sagrado del calendario cristiano.

Uno de los momentos más significativos de la ceremonia fue el gesto del lavado de los pies, realizado por el Obispo a doce miembros de la comunidad, simbolizando la actitud de humildad y servicio que Jesús dejó como legado a sus seguidores.

Durante su homilía, monseñor Torrado Mosconi ofreció una reflexión directa y profunda sobre el sentido de esta celebración, subrayando que el Jueves Santo no es una conmemoración vacía, sino una invitación concreta a “vivir como vivió Jesús: sirviendo, amando y gastando la vida por los demás”.

“No estamos repitiendo un rito por tradición, sino recordando el estilo de vida que Jesús nos enseñó al arrodillarse frente a sus discípulos”, afirmó el Obispo.
“Lavó los pies de quienes iban a negarlo y traicionarlo. Lo hizo no como un acto simbólico, sino como un acto de amor radical. Y eso es lo que estamos llamados a hacer: no dominar, no figurar, sino servir”.

La Catedral, completamente colmada de fieles, se convirtió en un espacio de oración viva y participación activa. La liturgia fue acompañada por cantos que acompañaron cada pasaje del Evangelio y momentos de silencio que invitaron a la contemplación.

El Obispo también llamó a una autocrítica sincera:

“Vivimos en un mundo que nos empuja a poner el yo en el centro, a buscar reconocimiento, comodidad, prestigio. Pero Jesús nos muestra otro camino: el de arrodillarse, el de ponerse al servicio de todos, especialmente de los más débiles”.

La ceremonia concluyó con la traslación del Santísimo Sacramento, donde quedó expuesto para la adoración silenciosa de los fieles, un gesto que recuerda la oración de Jesús en el huerto de Getsemaní.

Esta misa no solo abrió el camino hacia el Viernes Santo y la Pascua, sino que dejó en los presentes un mensaje claro: la fe no se vive en lo abstracto, sino en el gesto concreto de amar y servir en lo cotidiano.

“Una vida gastada por amor vale la pena. Una vida que se entrega, que se dona, no se pierde: se multiplica. Que esta Pascua nos encuentre sirviendo con humildad, como nos enseñó Jesús”, concluyó el Obispo, dejando un eco de esperanza y compromiso entre los presentes.

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