La madrugada del sábado último dejó otra herida abierta en las rutas argentinas.
Cinco jóvenes de entre 18 y 21 años perdieron la vida en la autopista Panamericana cuando el auto en el que viajaban se estrelló contra un árbol. El único sobreviviente fue el conductor, un joven de 21 años, que manejaba bajo los efectos del alcohol y a exceso de velocidad. Sus acompañantes —cuatro en el asiento trasero— no llevaban cinturón de seguridad.
El hecho no fue una excepción.
Según datos recientes, en lo que fue el 2024 cerca de 3.000 jóvenes murieron en siniestros viales en todo el país.
Los accidentes de tránsito son, por lejos, la principal causa de muerte entre los 15 y los 34 años.
A esta edad, conducir puede volverse un riesgo letal señala ujn informe de Luchamos por la Vida, ONG que constantemente hace un llamado a la conducciòn de vehiculos con resposabilidad y cuidado.
Jóvenes y conducción: una combinación explosiva
Diversos estudios demuestran que los conductores jóvenes se ven implicados en tres veces más siniestros fatales que el promedio general. Y lo más alarmante es que, en la mayoría de los casos, son los propios protagonistas de los hechos: cometen más errores, se ven envueltos en más accidentes con un solo vehículo y son más proclives a manejar alcoholizados o a velocidades excesivas.
Detrás de estas estadísticas hay causas complejas, que van mucho más allá de una simple imprudencia.
Las razones de una alta vulnerabilidad
Los especialistas coinciden en que hay factores biológicos, psicológicos y sociales que vuelven a los jóvenes especialmente vulnerables en el tránsito.
Biológicamente, el cerebro humano termina de desarrollarse cerca de los 25 años, especialmente en las áreas responsables del juicio, el control de impulsos y la toma de decisiones.
Psicológicamente, la adolescencia y la juventud son etapas marcadas por la búsqueda de aceptación, la tendencia a desafiar límites y una percepción de invulnerabilidad.
Socialmente, el entorno no ayuda. Hay una alta tolerancia cultural al riesgo, falta de educación vial sistemática y escasos controles por parte del Estado. Además, muchos jóvenes imitan modelos adultos inseguros, donde las normas de tránsito se ven como opcionales.
¿Qué se puede hacer?
Para Luchemos por la Vida, ONG dedicada a la prevención vial, es clave iniciar la educación vial desde la infancia y no esperar a que los jóvenes obtengan su licencia para hablar de seguridad. También se insiste en el rol clave de las familias y los educadores: el ejemplo que se da en casa es tan importante como las normas que se enseñan.
La organización ofrece guías específicas para padres de adolescentes, material didáctico para docentes y un curso online gratuito en el marco del programa “Conduciendo Por la Vida”.
Sin embargo, los esfuerzos aislados no alcanzan si no hay un compromiso real del Estado para:
Controlar y sancionar las conductas peligrosas al volante.
Difundir campañas de concientización masiva.
Incluir educación vial como materia transversal en las escuelas.
Promover una transformación cultural sobre el valor de la vida y el respeto por las normas.
Un problema estructural que pide soluciones urgentes
Cada muerte joven en el tránsito no es solo una tragedia familiar, sino también un síntoma de un sistema vial que falla: por falta de educación, por debilidad en los controles, por permisividad social. Mientras no se tomen decisiones estructurales y sostenidas en el tiempo, estas tragedias seguirán repitiéndose.
Y lo más duro es que todas son evitables.