Situada en la frontera natural entre Francia y España, en el País Vasco, la Isla de los Faisanes, también conocida como la Isla de la Conferencia, es un pequeño pedazo de tierra de apenas 130 metros de largo y 15 metros de ancho. Aunque deshabitada y sin gran interés económico o social a primera vista, esta isla es un caso único en el mundo por una razón extraordinaria: cambia de nacionalidad cada seis meses. Es símbolo de paz y convivencia en hermandad.
Este fenómeno, que podría parecer increíble o incluso absurdo, es el resultado de un acuerdo histórico entre ambos países. Desde el siglo XIX, la Isla de los Faisanes ha sido el único ejemplo contemporáneo de un “condominio”, un territorio compartido por dos Estados soberanos que ejercen su autoridad de manera alternada.
La historia detrás de la Isla de los Faisanes
El origen de este singular acuerdo se remonta a 1659, cuando se firmó el Tratado de los Pirineos entre España y Francia, un tratado que puso fin a una larga serie de conflictos entre ambas naciones. Fue en este contexto histórico donde la isla, situada en medio del río Bidasoa, se convirtió en un punto clave de negociaciones. En ese mismo lugar, se llevó a cabo la negociación del matrimonio entre Luis XIV de Francia y María Teresa de Austria, hija de Carlos VI, Rey de España.
Sin embargo, no fue hasta 1856, con la firma del I Tratado de Bayona, que se formalizó el estatus de la isla como condominio, estableciendo de manera oficial que la soberanía sobre ella se alternaría entre ambos países. La isla se convirtió en un territorio neutral, en el que las autoridades de Francia y España comparten la soberanía, como símbolo de respeto, convivencia y tolerancia entre los pueblos.
El cambio de soberanía: una tradición que perdura
El acuerdo que regula la soberanía de la isla es muy claro y establece que, cada seis meses, la isla cambia de nacionalidad. Así, entre el 1 de agosto y el 31 de enero, la isla es considerada parte de Francia, mientras que entre el 1 de febrero y el 31 de julio pasa a formar parte de España. Este cambio de soberanía no es un acto simbólico ni un mero intercambio burocrático, sino que implica una serie de procedimientos formales, entre los que destaca la ceremonia solemne que se realiza cada seis meses.
El traspaso de soberanía sobre la isla es todo un evento, marcado por una ceremonia solemne que se celebra dos veces al año, coincidiendo con el cambio de nacionalidad. Los encargados de la ceremonia son funcionarios militares y civiles de ambos países, que se reúnen en la isla para realizar el acto de transferencia de autoridad. Este evento se lleva a cabo con gran respeto y formalidad, un recordatorio del legado histórico de la isla y de la relación diplomática entre ambos países. La ceremonia, que hasta 2012 se realizó mediante correspondencia, se celebró por primera vez de forma oficial en ese año, en presencia de representantes de ambos gobiernos.
En este contexto, cada 1 de febrero, el comandante de la marina en San Sebastián asume el título honorífico de “virrey de la isla”, un cargo simbólico que dura hasta el siguiente cambio de soberanía en agosto. En ese momento, el título es transferido al delegado del Mar y la Costa de las Landas y los Pirineos Atlánticos, en Francia.
Acceso restringido y la curiosidad de la isla.
A pesar de su interés histórico y diplomático, la Isla de los Faisanes no está abierta al público. El acceso está estrictamente prohibido, y solo los funcionarios de las ciudades de Hendaya e Irún, encargados del mantenimiento de la isla, así como los diplomáticos y representantes gubernamentales que participan en las ceremonias, pueden pisar su suelo.
La isla, aunque pequeña e inofensiva a simple vista, sigue siendo un símbolo de la compleja y única relación entre España y Francia, recordando a todos que la historia y las fronteras no siempre son tan simples como parecen, pero que pueden ser compartidas como símbolo de aceptación mutua, respeto y convivencia.
La Isla de los Faisanes o de la Conferencia es una rareza en el mundo moderno: un territorio que cambia de nacionalidad dos veces al año, en un acuerdo de soberanía compartida entre dos países. Este fenómeno no solo es un ejemplo singular de la diplomacia internacional, sino también un testimonio de cómo la historia y la política pueden crear situaciones inusuales y fascinantes.