lunes, enero 20, 2025
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Desde el Alma: La vida Eremítica

Desde Dennehy, Hermana Alma de Jesús* - (Parte 2)

La vida eremítica, aunque entendida como una existencia aislada y solitaria, posee una profundidad espiritual que va mucho más allá de la simple separación física de la sociedad. Si bien es cierto que el ermitaño elige la soledad como un medio para acercarse a Dios, esta decisión no es una evasión, sino una búsqueda consciente de la paz interior a través de la oración hasta llegar al exterior con el trabajo, la oración continua, al estudio, la liturgia, la hospitalidad de aquel que llega y otras maneras.

En este sentido, el silencio al que se refiere la vida eremítica no es simplemente la ausencia de ruido. El silencio verdadero, para el ermitaño, es un estado de interioridad donde se cultiva la atención plena y la escucha profunda de la voluntad divina. Este silencio se convierte en un acto de presencia continua en la oración y en la meditación, una apertura al misterio divino que no se puede alcanzar en medio del bullicio y las distracciones del mundo.

El trabajo también es fundamental en la vida del ermitaño. A menudo, el ermitaño no vive de la limosna, sino que se dedica a labores cotidianas que le permiten sustentar su vida material sin perder de vista su propósito espiritual. El trabajo, lejos de ser una simple ocupación, se convierte en una oportunidad para vivir con sentido y gratitud, transformándose en una extensión de la misma oración. El ermitaño se encuentra en su trabajo un medio para colaborar con Dios en la creación, un acto que, aunque sencillo, está lleno de significado.

La oración continua es otra piedra angular de la vida eremítica. Lejos de ser una actividad aislada, la oración se convierte en una respiración constante del alma. Cada gesto, cada palabra, cada pensamiento se orienta hacia la contemplación y la comunión con Dios. La vida eremítica es un constante retorno a la fuente divina, un esfuerzo por estar en presencia de Dios en plenitud, equilibrio, alegría, perseverancia y humildad.

El estudio también tiene un lugar importante en esta vida. Aunque el ermitaño se aparta de la vida pública, no se aísla de la sabiduría y el conocimiento. A través del estudio de las escrituras, la reflexión teológica o el aprendizaje de la vida de los santos, el ermitaño se adentra en la profundidad de la fe y busca ilumina.

La hospitalidad es otro aspecto fundamental. Aunque el ermitaño elige vivir en soledad, no es un egoísta que rechaza a los demás. Al contrario, cuando alguien se acerca, el ermitaño lo recibe con generosidad y amor. Esta hospitalidad no es solo física, sino también espiritual, ofreciendo al visitante un testimonio vivo de la paz que se experimenta.

Cada día y hago votos para que muchos varones y mujeres alcancen la llamada de la Vida Eremítica para que en este camino ayudemos a construir La Paz.

¿Qué son los votos públicos?
Para próxima entrega

*Religiosa Ermitaña 

Desde el Alma: La vida Eremítica

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