Hay una realidad indiscutible que pesa sobre la Argentina como un lastre que impide su progreso definitivo: la corrupción. Este mal arraigado, que se filtra en las entrañas de las instituciones, es sin duda el primero de los grandes “cánceres” que minan el futuro del país. Pero esta no es una nota más para enumerar escándalos ni repetir cifras, sino una invitación a reflexionar, comprometernos y actuar con urgencia.
La corrupción no es solo el robo de dinero público; es también el saqueo de la confianza, de las oportunidades y, sobre todo, del futuro. Es un sistema que distorsiona la cultura cívica, instala el escepticismo como norma social y destruye los lazos de solidaridad que son esenciales para construir un proyecto colectivo. Cuando la ciudadanía asume que “el único camino es a través de contactos, sobornos o favores”, el tejido social se debilita y la democracia pierde su sentido más puro: garantizar la igualdad de oportunidades y la justicia.
Pero la corrupción no opera sola. Existe un ecosistema que la perpetúa: la impunidad judicial, la complicidad política, el silencio de sectores poderosos y, en ocasiones, nuestra propia indiferencia como ciudadanos. La corrupción es posible porque no hemos encontrado el valor suficiente para enfrentarnos a sus raíces. Y es aquí donde reside la tragedia más grande: nos acostumbramos a convivir con ella, como si fuera parte inevitable de nuestra identidad nacional.
La lucha contra la corrupción no es una tarea exclusiva de jueces o legisladores. Es un desafío colectivo. Exige una sociedad que eleve su nivel de exigencia ética, que deje de justificar “lo pequeño” porque “hay cosas peores” y que entienda que cada acto de corrupción, por insignificante que parezca, afecta a todos.
Es tiempo de actuar con contundencia, de exigir transparencia y de romper con esta cultura del “sálvese quien pueda”. La corrupción es el cáncer que más vidas roba, porque se lleva consigo la esperanza de millones de argentinos. Y mientras no lo enfrentemos con el rigor y la convicción necesarios, seguiremos perdiendo lo más valioso: nuestro futuro como país.
*Estratega en Comunicación Corporativa