María Elena Walsh, una de las figuras más queridas y trascendentales de la música y la poesía infantil argentina, falleció el 10 de enero de 2011 a los 80 años, víctima de un cáncer de pulmón. La autora de himnos de la infancia como Manuelita , El Brujito de Gulubú , El Twist del Mono Liso , El Reino del Revés y La Reina Batata , deja un legado inmortal que marcó la vida de varias generaciones.
Nacida el 1 de febrero de 1930 en Ramos Mejía, provincia de Buenos Aires, en el seno de una familia con una rica diversidad de orígenes (andaluz, irlandés e inglés), María Elena creció en un hogar que la impulsó a la creatividad. Su niñez estuvo marcada por una mezcla de rigor escolar y una profunda libertad familiar que la acercó al mundo del arte desde muy temprana edad. A los 14 años comenzó a publicar poemas en medios destacados como La Nación y la revista Sur, dirigido por Victoria Ocampo.
En 1947, publicó su primer libro de poesía, Otoño Imperdonable, que fue reconocido por los autores de la talla de Pablo Neruda y Juan Ramón Jiménez. A los 17 años, este libro, que pagó de su propio bolsillo, se convirtió en un hito en su carrera literaria.
A lo largo de los años, María Elena no solo cultivó su amor por la poesía, sino que también se adentró en la música. En la década de 1950, su incipiente carrera como compositora la llevó a formar parte de un dúo con la cantante Leda Valladares, con quien realizó giras por Europa, interpretando canciones folclóricas argentinas. Sin embargo, fue en los años 60 cuando su figura comenzó a consolidarse a nivel nacional.
En 1962, presentó su obra Canciones para Mirar, un innovador conjunto de piezas musicales que unían poesía y pintura. A partir de ese momento, se volcó casi por completo a la música infantil, creando composiciones que serán inolvidables para millones de niños. En 1968, estrenó Juguemos en el Mundo, un espectáculo que revolucionó la canción popular argentina y se convirtió en un referente cultural, en el que participaron grandes artistas de la escena nacional.
Sin embargo, su vida y carrera no estuvieron exentas de dificultades. Durante la dictadura militar (1976-1983), Walsh vivió el acoso y la censura por su postura crítica y su compromiso con la libertad de expresión. En 1978, decidió suspender sus actuaciones como forma de protesta contra el régimen, un acto de valentía que la destacó aún más como defensora de la democracia y los derechos humanos.
A pesar de las adversidades, María Elena continuó creando. En 1983, con el regreso de la democracia en Argentina, retomó su actividad pública y se convirtió en una figura clave en la Asociación Argentina de Autores y Compositores (SADAIC). A fines de los 90, volvió a la música infantil con la canción Manuelita, ¿Dónde Vas?, un regreso que volvió a encantar a las nuevas generaciones.
María Elena Walsh, quien también fue galardonada con el Premio Konex de Platino y el título de Ciudadana Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires, dejó una huella imborrable en la cultura argentina. En 2003, su compañera, la fotógrafa Sara Facio, fundó la Fundación María Elena Walsh, con el objetivo de preservar su obra y difundir su legado.
Su vida fue un recorrido que fusionó arte, poesía, música y compromiso político, siempre con la mirada puesta en la libertad y en el bienestar de los más jóvenes. A 14 años de su partida, su voz sigue siendo parte fundamental de la identidad cultural argentina, y su legado continúa vivo en los corazones de los niños y adultos que crecieron cantando sus canciones.
María Elena Walsh no solo fue una artista excepcional, sino también un símbolo de lucha, creatividad y amor por la libertad.