Esta no será una Navidad más. En esta Navidad comienza un Jubileo, un Año santo que los cristianos celebramos cada 25 años. ¿Qué significa un año jubilar en nuestra vida concreta de todos los días con sus alegrías y tristezas? ¿Qué significa para una sociedad compleja y cambiante, tantas veces herida o desanimada?
Se trata de una nueva oportunidad, de una ocasión favorable para renovarnos, de cambiar para bien, de volver a empezar. Para esto, es necesario abrir el corazón y la vida entera a las sorpresas, la presencia y la acción de Dios. Activar el deseo de Dios tantas veces bloqueado por mil y un motivos. Mirando, contemplando el pesebre, nos damos cuenta que Dios cumple siempre su promesa, en sus tiempos y según su modo, “escribe derecho sobre renglones torcidos”, sólo Él saca bien del mal y “siempre se sale con la suya”, porque “Dispone todo para bien de aquellos que lo aman”. Así renace y se reaviva nuestra esperanza, nuestra alegría, nuestro consuelo y nuestra fortaleza.
“Profeta de la esperanza” llaman a nuestro beato Eduardo Francisco Pironio, comparto una frase suya que nos anima en esta Navidad, señala el camino del Año santo y el de toda nuestra vida:
“La esperanza no es anuncio superficial de cosas fáciles, al contrario, es descubrir el paso del Señor en los momentos difíciles. No es evadirse -por comodidad o por miedo- de la responsabilidad presente; es asumir con serenidad y responsabilidad la misión … es confianza, camino, compromiso, coraje … es capaz de superar las dificultades… no se cansen, sigan anunciando y obrando la esperanza”
¡Jesús, nacido por nosotros, despierte la esperanza en cada uno, en nuestros hogares, en la Iglesia, nuestra patria y el mundo entero! Los bendigo de corazón.
+Ariel Torrado Mosconi