En ‘el invitado del día’, segmento del programa de ‘Despertate’ de Cadena Nueve y Máxima 89.9, el empresario Abel del Fabro, habló de su familia, con más de un siglo de historia en Nueve de Julio, ha dejado una huella indeleble en la comunidad, destacándose en los ámbitos deportivo, social y empresarial. Desde la llegada de Luigi del Fabro en 1870, la familia ha sido un motor de cambio, contribuyendo al desarrollo local y fomentando el compromiso comunitario.
Abel del Fabro, homónimo de su padre, recordado cada domingo cuando se ingresa al Estadio Abel del Fabro de Once Tigres, es el mayor de dos hermanos. El menor, Pedro, ya no vive, quien falleció en el final de la pandemia, y él como primogénito siempre estuvo al frente de los asuntos de familia, máxime que a los 19 años tuvo que agarrar las riendas de los negocios del padre, quien muere a los 46 años, prematuramente, luego de haber comprado el predio que luce ‘el coqueto’.
Esa asunción del rol de ‘jefe’ lo llevó a que, ante deudas heredadas, se decidiese vender un campo de una 180 hectáreas y una casa. Se le pagó a quien se le debía y se comenzó de nuevo.
Abel, conformó una familia con su novia de la adolescencia, Susana Calvo. Tenía 21 años y lleva 57 de casados y tuvo 4 hijos: Alejandra, Cora, Carla y Agustín.
Su abuelo, Luigi – Luis -del Fabro, llegó a Argentina entre 1860 y 1870 de Italia y fue fundamental en la creación de infraestructura para el ferrocarril, contribuyendo a la formación de El Provincial. Además, su abuelo ayudó a establecer terrenos para los ferroviarios, dejando una huella significativa en la región. Creó ‘El Tropezón’ el centro de encuentros de los parroquianos del lugar cuando había todo por hacer. Abel, su nieto narra que el nombre fue ante el ‘tropezón’ de un caballo reconocido en el lugar.
Luego de su paso por la primaria en el Colegio Jesús Sacramentado el secundario completo lo hizo en el Colegio San Agustín, de los Hermanos Marianistas, siendo integrante de los alumnos que conformaron la ‘primera promoción completa’, resalta.
Por entonces se sumó al proyecto Deportivo San Agustín, jugó en su equipo, llegó a capitán, y en una final ante Once Tigres, club que vio su gestación al lado de su padre, de tiro libre le hizo un gol a Barcia, arquero por entonces, que luego luciera en el Granate y salieron Campeón.
En el Colegio y Club, no solo se promovió el deporte, sino también valores como la amistad, el trabajo en equipo y la disciplina. En los inicios Once Tigres les facilitaba las instalaciones y ello sirvió, pues ayudó a fortalecer el vínculo entre la comunidad y el deporte.
Abel, ya con su familia en marcha, asume la presidencia de la Comisión de Padres del Colegio de Hermanas, y se lanzaron con éxito dos rifas cuyo premio máximo eran automóviles. Con el dinero se completaron obras en el Instituto Jesús Sacramentado.
Por entonces, también presidente del Club Español, abriendo las puertas para que los socios no cumplieron con tantos requisitos de elite para ingresar.
En ese camino de crecimiento, comenzaron un emprendimiento con su hermano, y nació Del Fabro Hermano, ya que Poratti – que le alquilaba una incipiente planta de silos- estaba dejando el mercado de hacienda, propio de la época y su hermano trabajaba allí, se lanzaron a este negocio.
Pedro del Fabro, fue narrando los pasos del desarrollo personal, familiar y empresarial.
Ahora, la llegada de Agustín del Fabro, con su formación en administración pública y experiencia en la bolsa de Nueva York, fue un soplo de aire fresco. Aportó una mentalidad innovadora y habilidades en gestión financiera, permitiendo a la empresa adaptarse y crecer en un entorno cambiante.
Juntos, Abel aportó su experiencia y su hijo Agustín, su innovación, logrando conciliar un enfoque conservador con ideas emprendedoras, impulsando proyectos que impactaron positivamente en la empresa y la comunidad, ya que dan trabajo a unas cien persona. Hoy, ya retirado observa su evolución.
A todo esto, ‘el invitado del día’ describió su compromiso político, siendo otro aspecto significativo de su legado. Su participación en el radicalismo llegando a ser Concejal, reflejó su deseo de influir en la política local y contribuir al bienestar de la comunidad. Ayudó a que Enrique Alvarez fue votado mayoritariamente, en 1983 y su alejamiento por renuncia del cargo.
La historia de la familia del Fabro en Nueve de Julio es un testimonio de cómo el compromiso con el trabajo, el deporte, la educación y el desarrollo empresarial puede transformar una comunidad.
A lo largo de los años, han demostrado que el trabajo en equipo, la paciencia y el amor son fundamentales para enfrentar los retos de la vida.