Cada 28 de agosto, la Iglesia Católica celebra a San Agustín de Hipona, un hombre cuyo impacto en la teología y la filosofía cristiana perdura a lo largo de los siglos. Nacido en 354 en Numidia, actual Argelia, Agustín vivió una vida marcada por el hedonismo y la búsqueda de placeres mundanos, antes de una profunda conversión al cristianismo que transformó su existencia.
Su madre, luego Santa Mónica que se recordó este 27 de agosto, oraba por él, pidiendo por su conversión al ver a un hijo tan mundano.
A lo largo de su vida, Agustín pasó de una vida licenciosa a un ferviente buscador de la verdad, influenciado por su madre, Santa Mónica, y su encuentro con el obispo Ambrosio de Milán.
Después de su bautismo en 387, se dedicó al estudio y la vida monástica en Casiciaco, y posteriormente fue nombrado obispo de Hipona, rol en el que escribió importantes obras como “Confesiones” y “La Ciudad de Dios”. Su legado incluye una profunda reflexión sobre la fe y la razón, encapsulada en su famoso dicho: “Cree para que puedas entender y entiende para que puedas creer.”
La oración a San Agustín que se recita en su festividad destaca su búsqueda de la verdad y su amor por la Iglesia. Pide que su ejemplo de fe y dedicación inspire a los creyentes a buscar la verdad y construir una comunidad en paz, guiados por la Providencia divina. La oración también ruega por la valentía de enfrentar las tentaciones y mantener la esperanza en un mundo lleno de ideologías opuestas, confiando en que el esfuerzo por la verdad será finalmente recompensado con el encuentro con la Verdad suprema.
San Agustín, cuyo pensamiento sigue influyendo en la doctrina cristiana y en la vida espiritual de millones, es recordado no solo por su profundo conocimiento teológico sino también por su apasionada búsqueda de la verdad y su contribución a la formación de la Iglesia como la conocemos hoy.En Nueve de Julio se recuerda la creación del Colegio San Agustín por la congregación de los Hermanos Marianistas.