La disputa por la inversión histórica de Petronas para la planta de licuefacción en Bahía Blanca ha escalado a un nuevo nivel de tensión política, reflejando las complejidades y rivalidades que caracterizan la política argentina.
La conversación reciente entre el presidente Javier Milei con un periodista de su amistad en un plataforma online pone de manifiesto la dimensión estratégica de este proyecto y la batalla subyacente por el control y la inversión, donde parecería ser que lo político puede influir en las convenientes y profesionales decisiones técnicas.
La construcción de la planta de licuefacción en Bahía Blanca, en colaboración con YPF, no es solo la mayor inversión directa en la historia argentina, sino también una oportunidad única para transformar la economía nacional.
La inyección de US$50 mil millones en una década tiene el potencial de cambiar el panorama energético del país, resolviendo la escasez de dólares y posicionando a Buenos Aires como una provincia clave petrolera. Para Bahía Blanca, este proyecto significa un cambio radical, con impactos profundos en la infraestructura local, desde el puerto hasta los servicios educativos. Al respecto en esa línea se san realizado inversiones que ayudarán la decisión final, técnica excluida de lo político.
El Factor Político
Sin embargo, la llegada de Milei a la presidencia ha alterado el curso previamente establecido. El puerto de Bahía Blanca, que inicialmente no tenía competidores, ahora se encuentra en una pugna directa con Punta Colorada en Río Negro. Milei argumenta que la falta de adhesión de Buenos Aires al Régimen de Incentivos para Grandes Inversiones (RIGI) es la razón de esta competencia. Kicillof, por su parte, sostiene que esta es una maniobra política para debilitar a la provincia y sus potencialidades y en esencia a Bahía Blanca.
Las declaraciones de Milei y la respuesta de Kicillof revelan una profunda división. El presidente, en su estilo característico, ha calificado de “trasnochado” al gobernador y ha subrayado la importancia de la profesionalidad en la toma de decisiones. Por otro lado, Kicillof insiste en que el cambio de sede es una represalia política, una teoría que encuentra eco en la percepción de ciertos miembros de su equipo.
Una estrategia en marcha
Ante este escenario, Kicillof ha adoptado una estrategia doble. Primero, ha lanzado un proyecto de régimen de incentivos bonaerense que, aunque busca alinearse con el RIGI, lo hace sin comprometer explícitamente su posición política. Este enfoque, que se podría describir como una “adhesión por proyecto”, permitiría a Buenos Aires beneficiarse del régimen nacional para el caso específico de Bahía Blanca sin comprometerse en otras áreas.
Esta maniobra muestra la habilidad política de Kicillof para navegar en aguas turbulentas. Si Bahía Blanca pierde la inversión, Milei tendrá un arma poderosa para atacar su gestión. Sin embargo, una eventual adhesión al RIGI sin perder autonomía podría neutralizar los ataques de la oposición y de su propio partido, mostrando a Kicillof como un líder capaz de tomar decisiones pragmáticas en beneficio de s.
Estafa
La batalla por la planta de licuefacción de Petronas en Bahía Blanca es mucho más que una disputa por una inversión: es una contienda por el futuro energético y económico de Argentina. Las implicancias políticas de esta decisión reflejan las tensiones y rivalidades dentro del país, destacando la necesidad de un liderazgo que pueda equilibrar intereses locales, nacionales e internacionales. Mientras la pugna continúa, lo que está en juego no es solo el desarrollo de Bahía Blanca, sino la capacidad de Argentina para capitalizar una oportunidad histórica y transformar su eco.
Una vez más el egoísmo y capricho político empaña decisiones de empresarios, profesionales y técnicos para promover inversiones con desarrollo en el interés mutuo de empresas-gobiernos-población que se verá favorecida por la mano de obra localizada.