lunes, octubre 7, 2024
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Ariel Torrado Mosconi: ‘con camino, esfuerzo y unidad podemos impulsar objetivos, proyectos y acciones concretas para nuestra comunidad’

El obispo de Nueve de Julio lo resaltó en el Te Deum al conmemorarse el 208 aniversario de la Declaración de la Independencia


Con tres palabras de uso cotidiano, que se expresan con simpleza, camino, esfuerzo y unidad el obispo de la diócesis de Nueve de Julio, monseñor Ariel Torrado Mosconi, desarrolló el mensaje desde la catedral Santo Domingo de Guzmán, convocando el impulso de objetivos comunes por el bien común comunitario.

El prelado lo hizo en el Te Deum, acto central de la recordación del 208 aniversario de la Declaración de la Independencia, ante la atenta escucha de la intendente del distrito María José Gentile, junto a la Jefa de Gabinete, Joselina Rodríguez, funcionarios de su gabinete, concejales, encabezados por el presidente del cuerpo, Julio Bordone, representantes de las instituciones, abanderados, docentes y alumnos de establecimientos educativos conducidos por la inspectora Jefa distrital, Gabriela Tiani, entre otros asistentes.

Monseñor Ariel Torrado Mosconi, resaltó la importancia como esencial para la convivencia entre las personas el amor ‘entendido tanto en su dimensión personal como social. Es decir aquella “amistad social” que consiste en la convivencia respetuosa y colaborativa, responsable y solidaria de los ciudadanos’ como punto de partida hacia acciones nutrientes en el tejido de la sociedad.

Seguidamente, el celebrante resaltó – como se había leído en la Palabra de Dios – trazar un camino hacia una nueva etapa, la senda hacia una nueva vida.

A sabiendas que todo hay que transitarlo con esfuerzo, señaló monseñor Ariel Torrado Mosconi y con confianza que en comunidad, es posible.

Y por último, siempre teniendo presente el pasaje de la biblia donde el pueblo de Dios atravesó el Mar Rojo, para salvarse del mal, la esperanza, que moviliza como una necesidad común, que mantiene al pueblo en una constantes y perseverante objetivo o una meta, aún en medio del cansancio, la incertidumbre y los obstáculos, pero sin decaerse.

Y esa unidad no se impone por la fuerza sino que se construye pacientemente en el respeto mutuo, la escucha del que piensa distinto y el diálogo sincero. “No cedamos, como tantas veces, a la seducción del discurso confrontativo ni a la trampa egoísta del “nosotros y los otros”, todo ello desintegra, debilita e inhibe cualquier proceso y avance”, enfatizó.

En síntesis, ‘con camino, esfuerzo y unidad podemos impulsar objetivos, proyectos y acciones concretas ara nuestra comunidad’, concluyó su mensaje el obispo Ariel Torrado Mosconi.

CAMINO, ESFUERZO Y UNIDAD

Homilía del Obispo de Santo Domingo en Nueve de Julio, Ariel Torrado Mosconi, durante el Tedeum en la Iglesia catedral “Santo Domingo de Guzmán”, con motivo del aniversario de la Declaración de la independencia nacional, martes 9 de julio de 2024.

Mensaje textual del celebrante:

Reunidos en este “Te Deum” para conmemorar el bicentésimo octavo aniversario de la Declaración de nuestra independencia nacional, elevamos nuestro corazón y nuestra mente a Dios “fuente de toda razón y justicia” para darle gracias y suplicarle confiadamente por nuestra querida patria en estos momentos difíciles que estamos atravesando.

Los creyentes nos ponemos siempre a la escucha de la Palabra de Dios, cuyos valores proponemos a todos en la convicción comprobada de que son luminosos, saludables y transformadores de la sociedad y capaces de ser practicados por toda persona de buena voluntad. Las páginas bíblicas que acabamos de oír, nos recuerdan aquella gesta de libertad que llevó a una nueva vida al pueblo del Antiguo Testamento, haciéndolo pasar de la esclavitud a la tierra prometida y el Evangelio de Jesús que nos da la clave para llevarlo a cabo: el amor. El amor entendido tanto en su dimensión personal como social. Es decir aquella “amistad social” que consiste en la convivencia respetuosa y colaborativa, responsable y solidaria de los ciudadanos.

La hazaña del pueblo de Dios en su paso del mar rojo nos deja tres enseñanzas muy claras para recorrer nosotros también en nuestra patria, el camino hacia una nueva etapa, la senda hacia una nueva vida.

La primera lección es la de darnos cuenta que se trata, precisamente, de un camino, un proceso que no se hace en poco tiempo, automática o mágicamente. Es necesario moderar la ansiedad y optimizar la paciencia, la resiliencia y la resistencia a los tropiezos momentáneos. Al mismo tiempo, tener esa mirada en perspectiva histórica, nos permite aprender de los errores pasados, no romper ni acabar con todo lo valioso de ese pasado, vivir el presente responsablemente y mirar el futuro con esperanza, sin un pesimismo desencantado ni el espejismo de esa animosidad confrontativa que jamás remediará ni solucionará nada.  

Sin embargo, sabemos muy bien que algunos ya no pueden esperar.

Por eso, en este arduo camino debemos cuidar especialmente, cargar sobre los hombros, a aquellos que van más despacio o con mayor dificultad, los niños, los ancianos, los hambrientos, los enfermos. No se trata de marchar rápidamente a cualquier precio dejando atrás abandonados, descartados y tirados al borde del camino a los que no pueden avanzar.  

La segunda enseñanza es ese paso a nueva etapa, a la tierra prometida, a una vida buena y mejor, que no se lleva a cabo sin sacrificio, esfuerzo y responsabilidad. La ilusión de una “sociedad del bienestar” entendido nada más que como derechos ilimitados sin la contrapartida de los respectivos deberes ha devenido en lamentable decadencia que lleva a una nivelación para abajo y a una mediocre calidad de vida. Necesitamos recuperar y madurar nuestra magnanimidad, capacidad de donación y trabajo por el bien común. ¡No hay tierra prometida sin atravesar el mar rojo ni travesía por el desierto! No hay “rosas sin espinas”, no hay resurrección sin cruz. Sé muy bien que esta convicción no cae simpática ni atraerá ningún aplauso, pero mientras sigamos dejándonos manipular por la demagogia y el populismo -de cualquier signo ideológico que sea- no saldremos jamás “a flote”. 

Y, la tercera lección, es que esa gente cruzó el mar y atravesó el desierto en unidad, amalgama y solidaridad como pueblo y no como masa circunstancial y contingente. Los unió una esperanza, los motivó un llamado, los movilizó una necesidad común, los mantuvo constantes y perseverantes una meta, aún en medio del cansancio, la incertidumbre y los obstáculos. La comunión, aún en las diversidades, es posible. Las diferencias nos fortalecen y enriquecen ayudándonos a madurar, desarrollarnos y superarnos colaborativa y no competitivamente. Pero esta unidad no se impone por la fuerza sino que se construye pacientemente en el respeto mutuo, la escucha del que piensa distinto y el diálogo sincero. No cedamos, como tantas veces, a la seducción del discurso confrontativo ni a la trampa egoísta del “nosotros y los otros”, todo ello desintegra, debilita e inhibe cualquier proceso y avance. 

Estos tres aprendizajes: camino, esfuerzo y unidad, inspirados en la experiencia del Pueblo de Dios, tal como nos revela el mensaje bíblico, bien pueden inspirar e impulsar objetivos, proyectos y acciones mancomunadas específicas y prácticas, en el nivel concreto de nuestra comunidad.

Transformemos estos deseos en plegaria al buen Dios para que podamos caminar juntos hacia una patria de hermanos. Así sea.

Finalizado el acto religiosos se escuchó a la orquesta de Nueve de Julio donde el maestro Cristian Luzza llevó adelante la dirección de interpretaciones que ganaron el aplauso de los presentes.

Todo finalizó con un chocolate caliente con los presentes, en la puerta de la catedral bajo un sol radiante, no hacía percibir que se estaba con -2 grados de temperatura.

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