Era sábado el 5 de marzo de 1988. Me alojaba en un tradicional hotel de la Avda. Luro al 2200 de Mar del Plata. A las 8 de la mañana mientras salía del baño y me disponía a seguir durmiendo, suena el teléfono, y una voz me dice, ‘Gustavo, soy Julio Lagos, se mató Olmedo. Fue hace poco y el único medio local es Radio Mar del Plata. El cuerpo todavía está tirado donde cayó. Es el edificio Maral 39 frente al mar’. Todo lo que atiné a decir fue ‘qué Olmedo’ . Alberto, el ‘Negro’ Olmedo, fue la respuesta. Gracias Julio, contesté. ‘Nos vemos’, cerró el reconocido locutor.
Mientras Nora, mi esposa que había ido a pasar el fin de semana me preguntaba qué ocurría, convocaba por el interno de la habitación a Alejandro Jedrysiak y ‘Teke’ Fares para encontrarnos en dos minutos en el hall del hotel. Los camarógrafos de entonces de Canal 13, estaban listo. Alejandro, tenía previsto caminar por la playa y el ‘Teke’ se disponía ir al santuario de la Virgen de Lourdes para agradecer que estaba mejor de la vista y la Virgen lo protegiera. Como bombero a la acción en un minuto había bajado y estábamos los tres juntos, rumbo a la nota, imprevista, del día. La mañana libre se transformó en acción periodística. Quien abraza esta profesión sabe de ello.
Arribamos en pocos minutos a Boulevard Marítimo al 3600 y Olmedo yacía en el piso, boca arriba, como un muñeco de peluche, el popular actor y capocómico de cine, teatro y televisión fue cubierto por un agente de policía a los pocos minutos, mientras comenzaba a llegar gente y se perimetraba el lugar. Lo vimos, lo veíamos ahí en el piso quieto, de manera increíble. Se percibía que sus piernas estaban fracturadas. Los ojos estaban abiertos. Bien abiertos. Impactante!
‘Qué hacemos’ me pregunta Alejandro, ‘fílmalo que a voy buscar información’, le respondo, mientras ‘Teke’ Fares me dice, ‘vas a mostrarlo’?, ‘no pero la imagen vamos a tenerla’, le contesté rápidamente mientras le acotaba ‘no es televisiva debe ser respetado él, su público y los televidentes’, pero hay que tenerla.
Esa imagen la tengo en mi mente como una fotografía que el tiempo no ha borrado.
Habían pasado 8 años de mi estada en la Universidad de Columbia y haber tomado contacto con una ética de los medios de comunicación ‘yankis’ que ya se ha perdido. El respeto al público. Que haya pudor. Hay imágenes innecesarias y la información va a llegar y se entenderá, tenían por entonces como principio rector. Creo que la cultivan todavía. No es necesario ser macabro y desagradable. Hoy se perdió, como muchos valores, en nuestros medios y sociedad.
En tanto, decido comenzar a hacer una reconstrucción de lo sucedido con los testigos, del edificio y de quienes vieron.
Olmedo se alojaba en el piso 11 de ese tradicional edificio con Nancy Herrera con quien tenía un hijo.
Un joven médico que corría por la playa ve caer una persona y acude en su auxilio. Le hizo las primeras maniobras de resucitación, por entonces regía el ‘boca a boca’ como parte de los estímulos para volverlo a la vida. Fuera de la nota, una vez contado su accionar me dice en off, ‘tenía mucho olor a champagne’.
Testigos del edificio y vecinos me narraron que gritaba ‘Agarrame el pié’, ‘agarrame la mano’. Ninguno había visto la caída del balcón. Solo escuchaban la desesperación. Nancy Herrera procuraba retenerlo. El cuerpo, más pesado por gravitación no fue posible ser contenido. Se desplomó de 11 pisos.
Repasando el relato de los testigos, recordé lo que un compañero de curso en Columbia University, de origen colombiano me había contado que en ventanas de aluminio – el balcón lo era- en su parte interior queda una luz ya que nunca cierra bien, y allí es donde se colocan sobres para guardar alguna sustancia que quiera ser ocultada. En el balcón había un macetón pesado. También, se guardaba abajo esos sobres. Esa descripción de aquel compañero me vino a la mente. El balcon era de aluminio y acrílico.
Mientras trabajaba en las notas, me saluda detrás del vallado, un amigo de la vida y recordado convecino veterinario de Carlos Casares, Tomás Cuesta ya no está entre nosotros, pero nos dejó el recuerdo de una gran persona difícil de olvidar. Querido y querible. Estaba con Mónica, su mujer. Eran el uno para el otro. Integraban el grupo de turistas curiosos que se agolparon para mirar.
Rápidamente enviamos para su emisión las imágenes e información recogida, y me ponía en búsqueda del Juez de la investigación, Dr. Federico Hooft .
El acercamiento al magistrado fue casual, días antes. Se investigaba otro hecho y al contactarme con él, le recordé una publicación en una revista de Filosofía del Derecho, donde el Juez escribía. Se sorprendió que un periodista le hablara del tema y comentara su artículo, ya que la revista era de circulación científica, con destinatarios, abogados, alumnos o docentes de derecho. era de poco alcance.
Es que las primeras informaciones señalaban que se había ‘matado’ como sinónimo de suicidio.
De la labor se concluía que todo fue accidental. Se cayó!. Y esto había que contarlo ya!. Se estaba frente a una muerte no pretendida, y era necesario que se supusiera.
Esa descripción la tenía que hacer el juez, si estaba en lo cierto. Cuando el magistrado salía de la Comisaría 1° de Mar del Plata, cerca de la hora 11, lo abordamos, cámara encendida y lo consulto sobre la marcha de la investigación y la pregunta central, estuvo en si fue suicidio o accidental. El Dr. Federico Hoff describe que la hipótesis más firme que se trabajaba era la caída accidental ya que estaba a caballito del balcón y perdió el equilibrio.
Después, los medios nacionales y sus referentes tomaron esa nota de Canal 13 y se convirtió en ‘la noticia’. Olmedo murió accidentalmente’.
Aquel trabajo periodístico del 5 de marzo de 1988, puso blanco sobre negro. Fue la noticia de ese sábado y días posteriores. Habíamos llegado a la verdad!
Para Cadena Nueve, Gustavo Tinetti