Cuando se mencionan procesos de colonización, en el ideario colectivo del pueblo, surgen las formas colonizadoras de los siglos XlX y XX, además de los anteriores, referidos a épicas contadas como elegías, pero en realidad son luchas de posesión y dominio colonial, ya sean dependencias culturales, económicas, financieras, políticas o militares, como en el siglo XXl.
Un cuadro de situación colonial, lo siguen brindando en sus formas arcaicas, países considerados “serios” como el Reino Unido con 14 entre ellas Malvinas e Islas del Atlántico sur nuestras o España, con Ceuta y Melilla en el continente africano, territorio de Marruecos más precisamente. Podríamos extender la lista, en las otras dimensiones de procesos en países, sujetos a colonización, que describiremos, todas formas de dominación intolerables en pleno siglo XXl.
En nuestro continente las colonizaciones anglo sajonas e hispánicas fueron diferentes en sus formas, aunque no dejaron de implantar el sello del saqueo y el genocidio en su identidad. Aún los jesuitas en su obra monumental de democratizar el conocimiento, en su trabajo con los pueblos originarios, implantaron un sistema productivo de explotación y ganancias, pero con mejor trato humano, que las mitas y encomiendas de los burócratas españoles.
En la historia de nuestra Emancipación como Patria Grande, quienes lucharon por la libertad de los pueblos, fueron perseguidos por el cipayismo vernáculo, igual que hoy, propenso a entregarse a los brazos del Imperio dominante en cada época, abandonando sus identidades primarias en pos de supuestas “culturas universales” o de lógicas económico financieras dominantes.
Así fue que los patriotas Libertadores como San Martín o Artigas, fueronn declarados traidores a la Patria por luchar contra el enemigo principal, desechando luchas intestinas o posicionamientos territoriales mezquinos, cuando el eje de la guerra era la Liberación de los Pueblos, del coloniaje de cualquier tipo, como lo expresa el Acta de la Independencia de las Provincias Unidas de Sudamérica, o sea de la Patria Grande, en el Congreso de Tucumán.
Pero la historia mitrista pro entrega y sumisión nacional, escondió las epopeyas que marcaban el rumbo anti colonial de la lucha, con pueblos enteros sacrificando sus bienes por la Patria, como el Éxodo Jujeño conducido por un Belgrano, que fusiló al coloniaje adicto a la corona. También el pueblo de la provincia oriental, en la marcha de La Redota, épica de un pueblo y su Protector, el general Artigas trasladando miles de orientales, con sus bienes y familias, hacia las orillas de Entre Ríos, desde Montevideo.
En esos tiempos de pulsión entre la entrega lacaya que ofrecían los Alvear, Sarratea o García al Reino Unido, de ser súbditos de la Corona o la claudicación de un Posadas ofreciendo disculpas, como Macri ahora, a su majestad española a través del Virrey, instalado en Montevideo para derrotar la Revolución de Mayo, terminó entregando la provincia oriental, hoy Uruguay, al reino portugués por gestión y manipulación de la Cancillería británica.
Pero esa memoria anti colonial de nuestros héroes, no fue trasladada en los tiempos, por la apropiación histórica de los vencedores de Caseros, que justamente desplazaron a otro “traidor a la Patria” como Rozas, a quien condenaron al ostracismo por haberse atrevido a combatir la OTAN de entonces, las flotas inglesas y francesas juntas, que había ocupado la isla Martín García que los obligó a devolver, después de ocasionarles daño, en su periplo invasivo en el Paraná, en combates permanentes desde la Vuelta de Obligado, Tonelero y Quebracho y mil escaramuzas menores, que produjeron el abandono de sus planes coloniales.
Mitre llama a esos acontecimientos, “la derrota de Obligado”.
Instalada entonces la idea rectora del colonialismo, basada en la dicotomía de civilización o barbarie, siendo la primera todo lo extranjero y lo segundo lo criollo, la colonización cultural marchó sobre los carriles de la educación formal, hasta nuestros días, como es peronismo-antiperonismo en un antagonismo, llamado grieta, pero que es proyecto nacional o proyecto colonial, referenciando a generaciones de argentinos, con una idea de un mundo externo perfecto y una realidad nacional desastrosa.
Si esa pauta se instaló en lo cultural, en lo económico desde el crédito de la Baring y los ingleses que venían a “ayudar” al crecimiento del país, ya balcanizado, fragmentado por el imperio anglosajón que desmembró a lo que hoy son países hermanos como Chile, Uruguay, Bolivia, Paraguay y hasta Río Grande Do Sul región gaucha de Brasil. En todo ese proceso operó, desde el financiamiento hasta la inversión y el desarrollo, el objetivo estratégico imperial, de continuar el saqueo colonial. Su máxima expresión en nuestro país es la Argentina agro- exportadora, sueño nostálgico del cipayismo ilustrado y del sector llamado campo, imagen vívida del saqueo nacional.
Pero sin dudas la hegemonía colonial se expresa con todas las fuerzas en el campo de lo símbólico, una batalla cultural ganada por el colonialismo dominante, implantando las ideas neoliberales como expresión máxima de una supuesta calidad de vida, consumista, individualista, del “ser alguien”, del éxito hoy sin un mañana posible, que lleva a los pueblos a una mirada del mundo y de la vida, nublada por el posibilismo materialista, como proyecto de vida.
Es por esa razón, de una cultura dominante, que se hace sentir a las mayorías populares, minorías, en sus propios espacios, siendo las minorías coloniales las que dominan la escena en el espectro cultural. Ese encierro implica una “sin salida” a futuro de los pueblos, de la mano colonisl de la desmemorización de su identidad y de la pérdida de su historia social y comunitaria, dejando de pertenecer, abandonando el “estar situado” filosófico de pertenencia real, que se vive como anacrónica y nostálgica, ante un mundo presentado como iluminado y maravilloso.
No debemos angustiarnos por esta situación, que se ha repetido a lo largo de la historia, encontrando siempre los pueblos los cursos de acción y los líderes necesarios para construir nuevas victorias. El enemigo colonial usa la fuerza, nosotros siempre empleamos la habilidad y la picardía, aunque no debemos confundir a ésta con el engaño, la perfidia, la manipulación o perversiones, porque no existen herramientas innobles, que conduzcan a fines nobles.
El Movimiento Nacional y Popular ha de ejercitar sus mejores músculos pensadores, para dar esa batalla anti colonial en todos sus frentes, desde lo económico a lo comercial, desde lo diplomático hasta los institucional, desde los geopolítico a lo territorial. Pensemos en la batalla de la recuperación de Malvinas e imaginemos todos los escenarios a recorrer desde estas premisas. Lo mimo desde lo institucional, desmontando el Estado colonial dependiente y colocarlo al servicio de los intereses del pueblo argentino.
Esa es la Revolución nacional pendiente, la que nos aguarda ante la determinación férrea de objetivos estratégicos de Soberanía y Justicia Social, en una Patria Grande Liberada del tutelaje anglosajón, con destino de determinación nacional, recuperando identidad americana, mestiza, morena, criolla, de nuestra memoria profunda, desde los Pueblo Originarios a los último inmigrantes y sus descendientes unidos, en esa hermosa transculturización, portadores del estandarte de un nuevo tiempo de Libertad, un tiempo solidario y en paz.