Las clínicas, hospitales, sanatorios y centros médicos en general están plagados de anécdotas e historias que surgen a la luz de la pandemia. Son variadas e insospechadas. Todas dejan una enseñanza.
Los profesionales de la salud, que conviven con la muerte y sacan sensibilidades especiales para seguir con prestancia en ‘el arte de curar’, en muchos casos no están ajenos a vivencias que van más allá de la ciencia y la fe entra en sus sentimientos.
En el Hospital San Martín de La Plata una historia comienza a conocerse y gana en emoción y sorpresas.
Una médica, de 36 años, tiene a su cargo una sala con cerca de cuarenta pacientes de Covid-19. Algunos, casi la mitad, se encuentran en terapia intensiva y el resto en salas de cuidados coronavirus.
Una señora internada sin respirador asistido, con sus 85 años, le confiesa a la profesional que extrañaba no poder rezar el rosario en el final del día con su esposo, hombre de la misma edad. La paciente le habló con el corazón y sus temores a la muerte y que debía preparase. La médica la escuchó con atención activa – la escucha particular que ejercen los profesionales para captar más allá de las palabras y poder comprender los síndromes, es decir, los síntomas y signos de cada cuadro clínico. La contuvo, la asistió y se marchó en silencio.
La profesional siguió su rutina, pero pensaba en lo que había vivido.
Se hizo de unos minutos y logró hacerse de un rosario.
Al final de su turno, coincidente con el tiempo después de la cena y antes que los internados se dispongan a dormir, la médica visitó a la abuela entristecida por ausencia de rezos junto a su marido.
Desde entonces, y durante los 20 días que duró la internación, ambas comenzaron a orar, rosario de por medio.
La médica sumó a la ciencia la fe de la paciente.
El final fue muy triste. La hospitalizada no sobrevivió al Covid-19.
La joven profesional profundizó la apuesta. Convocó a su novio a realizar una cadena virtual con los familiares de los aislados a que la acompañe a darles los informes médicos por contacto visual, remplazando el frío mensaje del parte médico diario. Entendió que era un aporte más cálido y afectivo y cuando se puede, suman a la persona internada en el cuadro visual de la prestación para que se vean y hablen.
Desde entonces, la médica sumó el rosario en su guardapolvo profesional y no duda en orar con el paciente que lo necesite.
La fuerza del rosario también está en la ciencia… y seguramente no solo en tiempos de pandemia. En Coronavirus aflora.