domingo, noviembre 24, 2024
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Rosa Campuzano, la espía que amó a José de San Martín

Fue una luchadora de la causa libertadora que lo acompañó en Lima

Rosa Campuzano Cornejo fue una activista en favor de la causa libertadora durante la lucha por la independencia del Perú. Se le llamó “La protectora” por ser la amante del General José de San Martín exaltado como “El protector del Perú”.
Durante un año y medio ‘La Ciudad de los Reyes’, tal como se la llamó a Lima al momento de su fundación, los vio juntos, a veces en alguna fiesta o reunión social, pero muchas otras a escondidas cuidando las apariencias. Ambos procuraban la libertad de los pueblos de toda dependencia española.
Rosa había nacido en Guayaquil el 13 de abril de 1796, hija de un rico productor de cacao, y una mulata. Fruto de una relación prohibida. Era tez blanca, ojos azules, bonita, inteligente y de buena formación y educación.
En 1817, a los 21 años es llevada a Lima y participo de las reuniones donde se congregaban prominentes partidarios de la independencia. La historia cuenta que de Ecuador viajó a Lima como amante de un acaudalado español, lo que le facilitó el acceso a la cerrada sociedad peruana.
En 1818, esta atractiva ecuatoriana fue detenida para ser interrogada por posible espionaje, pero sus influencias lograron su liberación. Es que se la vinculaba sentimentalmente con un militar realista y le sacaba información que le daba a quienes procuraban la liberación de España.
La Misión de Rosa Campuzano y otras mujeres limeñas fue de una importancia estratégica en la campaña libertadora, quienes batallaban en medio de una sociedad opresiva y conservadora como la peruana, en pos de los ejércitos libertadores.
Desde 1921 se vinculó a José de San Martín, cuando tenia 23 años (él 43). Tuvo relaciones sentimentales con el ‘Padre de la Patria’, prudentemente secretas y reservadas. Fiel al estilo del hombre de Yapeyú.
Cuando el Libertador desembarco en Pisco, Rosita se relacionaba con ilustres personajes del Virreynato y lograba información y confidencias políticas que ella manejaba a favor de la independencia.
San Martín la conoció el 28 de julio de 1821 en las fiestas que organizó el Cabildo de Lima en los salones del ayuntamiento en su honor y de la proclamación de la independencia. Al día siguiente, San Martín devolvió la atención con otro baile, ahora en los salones del Palacio de los Virreyes y volvió a verla.
Rosa se hizo amante del General realista, Domingo Tristán, quien recibía la visita de José de la Mar y del Virrey La Serna, que hablaban en su presencia sobre los planes del ejército realista, lo que ella transmitía al general argentino.
Al mismo tiempo organizaba tertulias en su lujosa mansión de la calle San Marcelo, de las cuales participaban los miembros de la alta sociedad limeña, entre ellas Manuelita  Sáenz, amante de Simón Bolívar, con quien entabló una estrecha amistad.
Testimonios de la época coinciden que el Protector se dedico a ella y que vivieron juntos en una quinta de La Magdalena, aunque San Martín evitaba dar motivos de escándalos y ser vistos en público, sin embargo algo debió traslucirse y la heroína fue bautizada como *La Protectora*.
El 14 de julio de 1822 San Martín viajó a Guayaquil a reunirse con Bolívar. El encuentro estaba preparado para el 26 y perseguía pedir su apoyo para enfrentar la difícil situación que vivía Perú. Seria la ultima vez que se verían. A su regreso decepcionado por las ansias de poder del venezolano, el 20 de septiembre de 1822, el Protector regresa a Buenos Aires. Ni siquiera se despidió de su amante.
La historia cuenta que la sociedad peruana se molestó cuando fue incluida en la lista para ser acreedora con la Orden del Sol.
Años después, Rosa se relacionó con el comerciante alemán Juan Weniger, dueño de dos valiosos almacenes de calzado en la calle Plateros de San Agustín, con quien tuvo un hijo. Con el tiempo quedó sola.
Sin amor y sin dinero Rosa Campuzano paso sus últimos días en los altos de la Biblioteca Nacional, la que fundara justamente el General San Martín en 1821.
Con 55 años encima y una hernia diafragmática que le impedía respirar llegó a su muerte.
Previamente, el congreso anulo la Orden del Sol que le había conferido junto a 111 mujeres el General San Martín, y le concedió una modesta pensión para aliviar la misera situación por la que atravesaba.
Esta hermosa ecuatoriana, en 1851, murió en brazos de el único hombre que se quedo con ella hasta el final, su hijo.
Fue sepultada en la Iglesia de San Juan Bautista de Lima.
Escribe para Cadena Nueve, Miguel A. Banegas Rojas

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