Marcio Alazraqui es docente, investigador del Instituto de Salud Colectiva y director de la Especialización en Epidemiología de la Universidad Nacional de Lanús (UNLa). En diálogo con Agencia CTyS-UNLaM, el experto indagó sobre las principales dimensiones que emergen a la hora de pensar una pandemia.
“Tiende a predominar un enfoque muy biomédico centrado en la infectología y en los medicamentos”, observó, y subrayó que, para evitar mayores dificultades, se deben contemplar los problemas preexistentes de la región a la hora de pensar estrategias sanitarias.
-En términos generales, ¿qué lectura hace del tratamiento de la pandemia a nivel local y regional?
Nosotros acordamos con las medidas que ha planteado el gobierno argentino hasta el momento. De forma muy resumida, se han aplicado medidas de aislamiento (supresión y mitigación de casos) y reorganización de los servicios de salud en función de los profesionales e insumos disponibles, para poder hacer frente al aumento de número de casos, que es lo esperable. Los países latinoamericanos han tenido posturas diferentes. Me parece que habría que pensar de forma regional. Esta pandemia de coronavirus muestra la inexistencia de fronteras y, también, muestra que, a veces, la demanda de personas que tienen que ser atendidas sobrepasa los recursos locales y es necesario tener cierta integración, es decir, pensar los servicios y los insumos disponibles de forma articulada para que se ocasione el menor daño posible a la población.
-¿Cuáles son las claves para pensar una pandemia desde la epidemiología?
Primeramente, hay que preguntarse por la especificidad de esta enfermedad infecciosa. Por ejemplo, averiguar cuáles son los modos de trasmisión, porque no todas las enfermedades infecciosas se transmiten de la misma manera, cuál es el grado de contagiosidad que tiene, la duración de la enfermedad, el grado letalidad, y qué características tienen las interacciones sociales para evaluar el grado de susceptibilidad de las personas. Todos estos aspectos fueron descriptos hace mucho tiempo en lo que se llama la “tríada” de la enfermedad”: el agente infeccioso, el huésped humano y el ambiente donde se da esa interacción.
-¿Una misma estrategia puede ser válida en distintos territorios?
Uno puede tener medidas generales, pero se deben adaptar a las particularidades que tiene cada población. Hay que destacar, también, que los problemas de salud son problemas complejos, que atraviesan distintas dimensiones demográficas, sociales, económicas, culturales, entre otras. Hay un concepto, que me gusta mucho, que se conoce como “glocal”, una mezcla de global y local, y es muy interesante porque permite ver que, al tiempo que existe una globalización, los problemas toman una particularidad en cada territorio, por eso hay que pensarlos de forma integrada a partir de diferentes dimensiones (social, cultural, otras) y desde diferentes disciplinas (biomedicina, epidemiología, sociología, antropología, economía, otras).
-¿Hay algún enfoque que predomine sobre otros?
En general, lo que tiende a predominar es un enfoque muy biomédico centrado en la infectología y en los medicamentos. La epidemiología es una mirada específica que puede aportar a este problema de salud y a otros, desde un nivel poblacional; que es diferente al nivel biomédico en el que predomina lo individual. La epidemología es una disciplina relativamente nueva y, en su recorrido, ha desarrollado un enorme arsenal teórico metodológico que estamos viendo ahora en los medios. Los problemas de salud, como esta pandemia, son problemas complejos, y deben ser abordados desde diferentes disciplinas de forma integrada y con la particularidad que tiene cada territorio.
-¿Qué pasa cuando una contingencia como esta llega a contextos en los que hay otros problemas, del orden estructural?
En números un poco groseros, nosotros sabemos que, en el mundo, más de la mitad de la población vive en grandes ciudades, y que, de esas personas, la tercera parte vive en barrios muy carenciados. Por ejemplo, actualmente en Argentina, aproximadamente el 50 por ciento de la población joven es pobre. Entonces, un problema como esta pandemia agrava todo lo preexistente. La gente que no se atienda por una patología crónica que tiene, como diabetes o hipertensión, por priorizar el tema del coronavirus, puede verse afectada en este contexto, y, una vez que el problema se instale de forma comunitaria, ¿a quienes seguirá afectando y con qué gravedad? Obviamente, a las personas que tienen menos recursos, ya sea de vivienda, de alimentación o, incluso, de acceso a los servicios. Las desigualdades sociales producen desigualdades en la salud, y eso hay que tenerlo en cuenta a la hora de planear estrategias. Recientemente, con mi colectivo de trabajo del Instituto de Salud Colectiva de la Universidad Nacional de Lanús, hemos publicado un estudio que demuestra diferencias en la esperanza de vida según las condiciones que se viven en distintas ciudades de América. Frente a esta condición de desigualdades sociales, la pandemia se puede agravar.
-¿Se puede prevenir un fenómeno de estas características?
Este es un virus zoonótico. Hasta el momento, se entiende que su origen es animal y que se traspasó a los humanos. Esto plantea una serie de interrogantes. Por ejemplo, la forma de urbanización como un problema que, desde organizaciones ecologistas, es fuertemente cuestionada. Si no me equivoco, en Argentina es más del 90 por ciento de la población la que vive en ciudades, es un porcentaje muy grande. Esta cuestión de la destrucción del medio ambiente y de la concentración de las poblaciones en ciudades hace que potencie mucho la interfaz que existe entre animales y humanos, por lo que los virus pueden migrar. Son aspectos que ameritan una reflexión sobre cómo nos relacionamos con el ambiente.
Para Cadena Nueve, Agencia CTyS