En la Argentina, más del 90% de la población está concentrada en las zonas urbanas. Si nos enfocamos en la educación común, el 8% de los chicos asiste a escuelas rurales. Si bien el porcentaje es significativamente menor, estamos hablando de más 900 mil chicos y chicas que dependen de estos establecimientos para seguir aprendiendo. En ocasiones, los alumnos deben recorrer grandes distancias, en otras, implementar sistemas de alternancia dado que se dificulta realizar el trayecto diariamente. Los docentes y toda la comunidad suelen estar al servicio del proceso de aprendizaje de estos chicos, porque de ello también depende el futuro del desarrollo de sus pueblos.
En este contexto de aislamiento en donde se habla mucho de las distancias, la educación rural tiene mucho que enseñarnos. ¿Es la distancia un impedimento para el aprendizaje? ¿Qué estrategias podemos implementar como docentes para acompañar a nuestros alumnos y a sus familias? Las soluciones no siempre dependen de las tecnologías digitales, sino de planificar de un modo distinto y de buscar las alternativas que nos permitan usar los recursos que tenemos a disposición para continuar con nuestra labor pedagógica.
Creo que la escuela rural interpela a la escuela urbana. Es como si le dijera ´mirá que se puede´, ´mirá que tengo todos alumnos en grados distintos y los ayudo a aprender a todos´. También pareciera que la escuela urbana la mira con horror porque ella tiene 25 o 30 alumnos en cada salón, todos van al mismo grado, pero son tan distintos y se siente desvalida. Trata y trata de que todos vayan al mismo ritmo en un esfuerzo titánico y, nada, no hay caso. No logra hacer que la orquesta toque una melodía armoniosa. Es momento de interpelar la gramática escolar, ¿por qué tienen que ir todos a la vez? ¿Tener la misma edad, o parecida, implica que van a aprender juntos y a la par?
Me interesaba mucho saber cómo se están viviendo estos días en las escuelas rurales y por eso conversé con Mercedes, una maestra de la Escuela 27 del Distrito de Rauch en la Provincia de Buenos Aires, que enseña desde hace más de 20 años en la ruralidad. Tal como imaginé, al docente rural, esta cuarentena no lo sorprende. La continuidad pedagógica la tienen incorporada desde hace años. Para garantizarla es clave que los alumnos sepan qué van a hacer y cómo van a seguir aprendiendo cuando no pueden llegar a la escuela. “Siempre tengo actividades preparadas, material preparado, porque nunca sabes si va a venir la tormenta y se van a cortar los accesos a la escuela”, asegura Mercedes.
¿Cómo la encontró la noticia que las clases se suspendían? ¿Qué dijeron sus alumnos?
“Estábamos todos muy apenados, me dice, pero yo siempre les preparo un cuaderno con actividades para llevar a casa para reforzar todo lo que hayamos visto en la escuela. Esta vez ya tenía el cuaderno listo para cada uno de los 10 alumnos. Estos materiales son importantes porque ninguno tiene conectividad y tampoco buena señal de teléfono”, cuenta.
Para lograr una buena dinámica, trabaja con dos cuadernos de aprendizaje en paralelo para cada alumno. “Cuando pueden me mandan uno y yo les mando el siguiente. Mientras corrijo, analizo y miro como están trabajando en el que me dejaron. Pienso cada actividad y tarea de aprendizaje pensando en ese chico, en lo que a él le gusta y le interesa y en lo que él tiene que trabajar. Me apasiona”, agrega.
Se necesita de todo un pueblo
En la ruralidad, la comunidad es fundamental. Muchas veces estos cuadernos viajan a través de vecinos que recorren diferentes zonas y permiten que los materiales lleguen a las casas de cada alumno. Para comunicarse, el cuaderno oficia de correspondencia. Allí escriben si no entendieron algo, o no les quedó claro. Los que pueden mandan mensaje de texto o audio de WhatsApp pidiendo aclaraciones en algún punto.
En tiempos de inteligencia artificial y plataformas adaptativas, estos cuadernos llevan consignas pensadas para cada alumno. “No se trata de copiar y pegar, sino de personalizar la experiencia de aprendizaje”, me dice Mercedes. Como la conectividad no es un recurso frecuente, cada envío lleva un material complementario que permite expandir el conocimiento. La escuela es todo para su comunidad.
Hoy tenemos en sus casas a más de 11,5 millones de alumnos. Garantizar la continuidad pedagógica a esta escala es un desafío sin precedentes. Necesitamos nuevas respuestas, pero no por ello debemos iniciar de cero. La educación rural tiene mucho para enseñarnos, porque si de algo sabe es de distancias. Hoy es la distancia lo que nos debe mantener más unidos que nunca.
*Fundadora de la ONG Educere: “Docentes por un Mañana”