En julio de 1928, Alexander Fleming, un bacteriólogo escocés dejó unas placas inoculadas (material donde se cultivan los microorganismos para su crecimiento y posterior identificación) para que creciera la bacteria patógena que él estaba estudiando: el estafilococo aureus. A su regreso al laboratorio, encontró que una de esas placas estaba contaminada con un moho. En lugar de desecharla, su curiosidad le impulsó a analizarla y de esta placa fallida, generó un extraordinario descubrimiento. Observó que las colonias (agrupamientos bacterianos en las placas de cultivo) de estafilococo alrededor del hongo, estaban muertas o en vías de extinción, mientras que las más lejanas se habían reproducido. Inmediatamente, se percató de que el hongo, llamado Penicillium notatum, había producido un fenómeno de antibiosis -de donde derivará el término antibiótico- y a esa sustancia bactericida, Fleming la bautizó ‘penicilina’.
La penicilina logró aumentar las expectativas de vida a través del control de numerosas enfermedades infecciosas y abrió las puertas a la era de los antibióticos. El descubrimiento de Fleming condujo a la producción a gran escala de la penicilina a principios de 1940. Pero lamentable, a finales de esta década comenzaron a aparecer cepas de bacterias resistentes, insinuando lo que más tarde se transformaría en un enorme flagelo, la resistencia a los antibióticos. El germen Estafilococo aureus, el cual había sido originalmente sensible, se transformó en resistente a la penicilina hasta nuestros días.
A partir de entonces, se sumaron otros ejemplos de resistencia: las tetraciclinas aparecieron en 1950 y ya para 1959 la Bacteriología daba cuenta de la aparición de cepas de Shigella (gérmen productor de diarrea) resistentes a la misma. Idéntico derrotero siguen todos los antimicrobianos, incluso los de más reciente generación.
Los gérmenes siempre buscarán formas de sobrevivir y resistir nuevos medicamentos, compartiendo su resistencia entre sí, lo que dificulta aún más dominar esta batalla. No obstante, la penicilina -a pesar del tiempo transcurrido- sigue siendo droga de primera elección en infecciones prevalentes como la sífilis y la angina estreptocócica.
La resistencia a los antibióticos (RAM por sus siglas) es hoy considerada uno de los problemas de salud pública más acuciantes del mundo. La RAM puede hacer que enfermedades antes tratadas con facilidad se conviertan en infecciones serias, difíciles de tratar y amenazantes de la vida de los pacientes, a veces con pocas opciones de tratamiento efectivo, prolongando el padecimiento del cuadro infeccioso en niños y adultos, causando discapacidades e incluso la muerte, con un impacto negativo en la salud pública mundial y en los costos de la medicina.
En Estados Unidos, cada año se producen 2 millones de infecciones por gérmenes resistentes a los antibióticos, ocasionando 23.000 muertes y se estima que las superbacterias (como también se le denomina a las bacterias multiresistentes ) son responsables de la muerte de unos 25.000 europeos cada año.
La RAM amenaza actualmente los progresos conseguidos en el control de la tuberculosis por surgimiento y extensión de cepas de Mycobacterium tuberculosis multi-resistentes a antibióticos. En otras infecciones prevalentes, como son las del tracto urinario o la diarrea, se han limitado las opciones terapéuticas y prácticamente no disponemos de medicamentos por vía oral para combatirlas.
Autoridades en el tema opinan que es necesario que cambie urgentemente la forma de prescribir y utilizar los antibióticos. Aunque se desarrollen nuevos medicamentos, si no se modifican los comportamientos actuales, la resistencia a los antibióticos seguirá representando una grave amenaza. Los cambios de comportamiento deben incluir además medidas destinadas a reducir la propagación de las infecciones a través de Programas en Control de Infecciones en las Instituciones; vacunación; lavado de las manos; seguridad de relaciones sexuales e higiene alimentaria.
Si bien pareciera que los días de los antibióticos están contados, ligado a que cada vez tenemos más resistencia bacteriana, no es menos cierto que se cuentan con nuevos y potentes antibióticos. ¿Cómo puede entenderse esta aparente contradicción? El uso excesivo de antibióticos promueve resistencia bacteriana, por ende su utilización correcta es clave para controlar el desarrollo de esta resistencia y cortar este círculo vicioso.
Para esto es importante que el profesional médico capacitado realice las prescripciones adecuadas de antibióticos. Y la población, muchas veces ávida en encontrar en el antibiótico la solución mágica a todos sus problemas infectocontagiosos no debe automedicarse, sino seguir correcta y exclusivamente indicaciones médicas. Finalmente, es muy importante que tanto el Estado como las Instituciones de Salud comprendan que la resistencia antibiótica es un grave problema de salud pública a nivel mundial y ejecuten con premura programas tendientes a controlarla.