La vida cotidiana pone en el observador común que la sociedad en su conjunto es proclive a violar la ley. Va desde las cosas más pequeñas hasta las más relevantes y siempre se busca una excusa cuando se pone en evidencia ese incumplimiento.
Rara vez se asume, y sorprende. Recientemente llamó la tención que una vecina chocó a un auto en un cruce de calles y al bajarse pidió disculpas y dijo ‘me distraje’. No es lo común. Gesto para resaltar! Fue el sábado 17 de marzo a las 16,30 en La Rioja e Hipólito Yrigoyen, Nueve de Julio. Es decir, lo que es norma de convivencia en otras sociedades, en la argentina es una excepción desde hace muchos años.
La gran excusa es que ‘los de arriba no lo hacen’ o ‘no me dí cuenta’ o lo más común, ‘no sabía’.
Un destacado jurista, que falleciera a los 50 años – 1993-, Carlos Nino había escrito en los años ’90 en una de sus obras ‘Un país al margen de la ley’ – fuerte el título al igual que su contenido pero no se lo consideró en su plenitud – resaltaba que en esta sociedad nadie puede tirar la primera piedra en relación con la ley. Todos estamos inmersos en un equilibrio social que sin darnos cuenta del perjuicio que causamos, violamos alguna dimensión de la ley, ya sea desde pasar un semáforo en rojo, estacionar mal, no cumplir con las velocidades permitidas o evadir al fisco. No importa se la violación a la norma es chiquita o grande y grave. Es parte de una idiosincrasia vigente. El jurista decía ‘anomia boba’ (en Uruguay se usa mucho la anomia o no ley ya que usos y costumbres del deber ser no necesitan ser legislados) ya que hacerlo perjudica a quien lo hace y al resto de la sociedad. (El no uso del casco ante accidentes en moto, incrementa los gastos de atención médica hospitalario, solo por dar un ejemplo, de los tantos que se ven a diario). Ello se agrava, ya que no hay expectativas adecuadas o previsibles de cómo se va a comportar la gente.
Sin embargo, todo argentino que viaja a otro país cumple con las nomas acabadamente, pero no logra hacer lo mismo en su ciudad del diario vivir. Es decir, razonamiento e inteligencia para distinguir lo que está bien del mal, lo aplica fuera de su entorno cotidiano, pero no logra hacerlo ‘en casa’.
En el inconsciente – social e individual – juega que si ante altos casos de corrupción a sus autores no ‘les pasa nada’ que suelen ser dirigentes que toman decisiones por el resto de la sociedad, el costo que uno puede pagar es ínfimo en relación al del otro expuesto. Es decir, lejos de aplicar el principio ‘a mayor trascendencia pública mayor responsabilidad pública’, sin razonarlo se observa que a ‘mayor trascendencia pública, mayor impunidad pública’.
Otro dato significativo es que en cualquier país quien viole la ley tiene el reproche social e inmediato, desde arrojar una colilla o papel de golosina al piso, hasta una ‘avivada’ en una cola’ y en esta sociedad, no se reprocha o porque uno lo hace o por temor a un insulto.
Lo que se observa es que no hay incentivos de referentes que trascienden desde sus liderazgos para cumplir con la ley, y la ausencia de rasgos culturales en el camino correcto no estimula a la sociedad a variar de comportamiento.
Nueve de Julio dejó impune una conducta impropia de un Jefe de Gobierno como es la no rendición de cuentas de los dineros públicos. Desaprovechó una posibilidad única para que la justicia resolviese, dejando dudas por el resto de sus días sobre su proceder. Una investigación ponía blanco sobre negro y hoy el autor de los hechos que jamás aclaró, carga sobre sus espaldas el mote de vivir diariamente sospechado de corrupto. Quienes debieron llamar al orden por los caminos instituciones, no quisieron, no pudieron o no se animaron. El daño no lo borrará el paso del tiempo. La historia lo pondrá bien arriba al recordar su obra.
La sociedad está legislada por leyes que regulan su diario vivir. Sin embargo el incumplimiento de la mayoría de ellas y siempre se encuentra la excusa para no hacerlo, difícilmente si no hay un cambio de decisión para esa transformación, de manera colectiva, se seguirá en el apego cotidiano de no cumplir con la ley, y nadie está libre para arrojar la primera piedra. Pero los pueblos que crecen y maduran, sin necesidad de tirar piedras, reconocen sus errores y comienzan las transformaciones hacia lo correcto, emprendiendo por no hacer lo indebido desde lo personal y luego trasladarlo a lo colectivo.
De cada uno dependerá que ese verdadero cambio personal, haga que comience el de su entorno y luego el de la sociedad, en forma lenta y escalonada.
Estamos ante una oportunidad única, ya que todos sabemos el diagnóstico y la medicina a tomar.
Solo depende de nosotros, como sociedad, hacerlo o no. ‘ O se recupera el enfermo o el agravamiento terminará con sus días’.
Para Cadena Nueve, Gustavo Tinetti