Una Catedral nuevejuliense colmada de feligreses, con profunda emoción y fe, vivió este domingo la celebración del Domingo de Ramos, presidida por Monseñor Ariel Torrado Mosconi, obispo de la diócesis.
La liturgia marcó el inicio de la Semana Santa, tiempo fuerte para los cristianos, y estuvo colmada de gestos significativos, oración y reflexión.
Durante la proclamación de la Palabra, se leyó un pasaje de la carta del apóstol San Pablo a los cristianos, que recordó la entrega de Jesús: “Cristo, que era de condición divina, no consideró esta igualdad con Dios como algo que debía guardar celosamente. Al contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor… Por eso Dios lo exaltó y le dio el nombre que está sobre todo nombre”. Un mensaje central de humildad y servicio que resonó en cada uno de los presentes.
Luego, en un clima de respeto y recogimiento, se escuchó el relato de la Pasión del Señor según San Lucas, que recorrió los últimos momentos de la vida de Jesús, desde la Última Cena hasta su crucifixión y sepultura. Niños, jóvenes, familias completas y adultos mayores participaron activamente, muchos con ramos en alto, reviviendo la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén.
En su homilía, Monseñor Torrado Mosconi destacó:
“Nuestro Rey no reina desde un trono de poder, sino desde la cruz. Cada uno de nosotros llega hoy con su propia cruz: pérdidas, enfermedades, conflictos familiares, incertidumbre laboral… Pero no estamos solos. Jesús la carga con nosotros y nos da esperanza.”
También dirigió un especial mensaje a los niños y jóvenes, animándolos a ser “misioneritos” y compartir un ramito con quienes no pudieron asistir, especialmente los enfermos o ancianos: “Una hojita, una simple ramita puede ser portadora de la bendición de Jesús”, expresó con ternura.
La celebración concluyó con la bendición solemne y el envío de la comunidad, animando a vivir intensamente el Triduo Pascual. El obispo invitó especialmente a participar del Vía Crucis del Viernes Santo, que se realizará a las 20 hs en el Paseo del Crucis.
Con el eco de los cantos y las palmas, los fieles volvieron a sus hogares con el corazón encendido y la convicción de que, con Cristo, incluso el sufrimiento se transforma en esperanza.
Agencia MTR