sábado, abril 12, 2025
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Educación: carta abierta para reflexionar sobre las violencias sociales que ocurren en la escuela

La cartera educativa bonaerense que dirige Alberto Sileoni publicó un texto en el que analizó la complejidad de los hechos de violencia que se manifiestan en los ámbitos educativos.

LA ESCUELA BONAERENSE ES Y SERÁ SIEMPRE UN TERRITORIO DE PAZ, DIÁLOGO Y CONVIVENCIA DEMOCRÁTICA
En estos días han tomado notoriedad pública una sucesión de hechos de violencia social que tienen a adolescentes y jóvenes como protagonistas y en algunos de estos casos, la escuela ha sido el escenario en el que ocurrieron. El sistema educativo no es indiferente ante estos sucesos, y es por eso que nos proponemos hacer una pausa para compartir algunas reflexiones:
Al mismo tiempo que valorizamos el rol del Estado en la construcción de una sociedad más justa, reconocemos su responsabilidad respecto de la vida, seguridad y el ejercicio de los derechos de las personas.
La escuela no es una institución neutral con relación a las situaciones de agresión, violencia y desvínculo que hoy afectan a muchos de nuestros niñas, niños, jóvenes, docentes, trabajadores auxiliares y familias. Reafirmamos su compromiso en la tarea de escuchar y poner palabras allí donde hay desconfianza y agresión entre pares o con cualquier miembro de la comunidad educativa.
Creemos que tiene un gran valor y potencia la intervención del Estado en estas situaciones, cuando lo hace de una manera integral e integrada: la Dirección General de Cultura y Educación, junto con los ministerios de Salud, Seguridad, Justicia y Desarrollo de la Comunidad realizan acciones, e incrementarán su presencia en las comunidades en las que se manifiesten los conflictos.
Como educadores que somos, tenemos plena confianza en quienes conforman la comunidad educativa. En general, los indicios de situaciones de conflicto se advierten en primer lugar en la escuela, que con frecuencia, observa lo que la sociedad muchas veces no ve o se niega a ver.
La escuela enseña a preferir la ley, porque todos necesitamos que los límites y los acuerdos sean cumplidos. Consideramos que en toda institución hay autoridades que deben ser respetadas y hay  diferentes responsabilidades, y las personas deben asumir las consecuencias de sus decisiones en cualquier condición y a cualquier edad.
En la escuela imperan las normas y leyes y se construyen acuerdos de convivencia. Actuamos en consecuencia y trabajamos para que estas prescripciones sean claras y se respeten.
La escuela es un espacio de cuidado y escucha atenta. No creemos en los caminos del mero punitivismo, ya que castigar no es la única forma de educar. Seguiremos tomando las decisiones necesarias, para garantizar la seguridad de nuestras y nuestros estudiantes en el espacio escolar y las instancias sociales y comunitarias que estén a nuestro alcance.
En el mismo sentido, redoblaremos los esfuerzos para garantizar las medidas de resguardo y reparación, cuando las y los docentes y auxiliares sean víctimas de actos de violencia. Provienen de acuerdos paritarios que requieren el efectivo cumplimiento en el marco legal vigente.
Solicitamos que el mundo de las y los adultos actúe con la corresponsabilidad que la situación demanda. Observamos que con reiterado simplismo se deposita en la institución escolar y en sus docentes toda la responsabilidad de la educación de las niñas, los niños y adolescentes.
Somos testigos de la existencia de un contexto de agresividad y hostilidad que necesariamente impacta en la cotidianeidad de la escuela: insultos, peleas, descalificaciones son moneda corriente en la vida social, de igual modo que es fácil observar como se ha degradado la conversación pública en la sociedad argentina.
Los problemas que atraviesan a la escuela, han pasado por un proceso de gestación invisible para las y los adultos responsables; la irrupción o la visibilización de la situación conflictiva es tal vez, el corolario de un proceso latente y violento, inadvertido en sus orígenes. Las niñas, niños y adolescentes pasan en la escuela aproximadamente el 15% de sus vidas, el resto lo viven con sus familia, amigas y amigos, en las calles o en distintos entornos sociales.
Con preocupación, observamos que desde las más altas esferas de responsabilidad pública, se modeliza un discurso agresivo, que incluye la violencia verbal, el destrato y la intolerancia hacia los que opinan diferente, que en nada colabora en la formación de las personas y que está absolutamente alejado de las más elementales prácticas de la convivencia democrática.
En una sociedad que tiene sus grandes instituciones desprestigiadas, y avanza en la disolución de los lazos sociales, la escuela persiste en su tarea de enseñar, unir, abrazar y contener: “la escuela es el único lugar donde me preguntan cómo estoy”, nos dijo una estudiante en un reciente encuentro educativo.
Por otra parte, el mundo virtual y de las redes sociales en el que están inmersos muchas niñas, niños y adolescentes es un mundo sin normas, habilitado para decir y mostrar todo, para exponer y humillar sin consecuencias. En ese nuevo territorio carente de ley, el conflicto se dirime con la eliminación o el bloqueo de la otra o el otro. En las redes es tan sencillo ser humillado, como humillar, o dejar al resto fuera de juego. No debe ocurrir eso en la realidad social y comunitaria.
Muchas veces preferimos que nuestras hijas e hijos permanezcan en la seguridad de sus habitaciones frente a la inseguridad de las calles, sin percibir que en la privacidad opaca de las redes y sin la mirada de adultos responsables, están expuestos a imágenes y contenidos sumamente agresivos y deshumanizantes.
Tenemos la convicción de que es muy necesario consolidar los lazos solidarios, el encuentro con el otro y en prestar una mano al que lo necesite. No vamos a dejar que la escuela abandone la tarea de transmitir estos valores a las nuevas generaciones.
Sabemos que la inmensa mayoría de las niñas, niños y jóvenes y sus familias, no protagonizan ni sostienen estas situaciones de agresión; queremos que sepan que la escuela los cuida y va a seguir cuidándolos.
También nos dirigimos a las y los estudiantes que observan estas escenas sin intervenir y les pedimos que abandonen el rol de meros espectadores, que se comprometan para que estos hechos no ocurran nunca más. No puede ni debe haber pasividad, ni estudiantes que filmen escenas de violencia, mientras sus propias compañeras y compañeros participan de ellas.
Del mismo modo nos preocupa la salud mental de las y los estudiantes. En forma conjunta con el ministerio de Salud bonaerense estamos desarrollando el Programa “La salud mental es entre todas y todos”. Como allí hay una demanda y un problema, construimos un programa que interviene sobre el padecimiento subjetivo en las escuelas; también desarrollamos una Guía y un protocolo para intervenir en las situaciones de conflicto escolar. Junto al ministerio de Seguridad, llevamos adelante el programa “Cuidar y proteger escuelas y comunidades” en distritos del conurbano bonaerense.
Con respeto pedimos colaboración a los medios de información y comunicación, que con frecuencia, sólo exhiben a las y los jóvenes como protagonistas de escenas de violencia, alimentando prejuicios y profundizando la exclusión social. Pierden así la oportunidad de comunicar un aspecto tan destacado en las juventudes, como la solidaridad y el compromiso con su prójimo. Son estos mismos jóvenes los que solidariamente trabajaron para recuperar a la ciudad de Bahía Blanca, limpiando escuelas, hospitales y calles anegadas.
La escuela es y seguirá siendo el espacio prioritario del conocimiento, la palabra y la escucha; el lugar que la sociedad ha elegido para trazar los caminos del consenso, para prevenir, resolver y contener los conflictos, en un contexto que naturaliza la violencia y considera al otro y otra, como un extraño que puede ser peligroso.
Paulo Freire sostenía que “la paz se crea y se construye con la edificación incesante de la justicia”. La escuela es una institución diseñada para la paz, el encuentro y el respeto. Allí deben ser cuidados sus estudiantes, sus docentes, y auxiliares, quienes también son agredidos con inusual frecuencia.
Sin dejar de asumir las deudas, queremos reconocer a quienes construyen día a día, una mejor educación: a las y los estudiantes, educadores, auxiliares, cooperadores, representantes gremiales, familias.
Desde nuestra perspectiva, la escuela tiene un umbral ético más alto que la sociedad, y renueva todos los días su compromiso con la construcción de una sociedad más justa e igualitaria.

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