Raúl Villamil es un hombre que ha hecho del fútbol una verdadera pasión, habiendo jugado al deporte rey durante más de 80 años, una historia que parece sacada de un cuento de superación y amor al deporte. Desde los tres años, Raúl comenzó a practicar fútbol con pelotas de trapo, improvisadas junto a hermano, improvisadas con medias que le sacaban a su madre, en su natal campo de Faustino, en los Cuatro Caminos, cerca de Dudignac. No eran tiempos fáciles, pero la pasión por el fútbol creció en él desde pequeño, convirtiéndose en su compañía de toda su vida.
A los 16 años, Raúl comenzó a destacarse en su rol de arquero, una posición que encontró casi por casualidad. “Cuando jugábamos en la calle, nadie quería ponerse en el arco. A mí me tocaba y, aunque no sabía mucho, me divertía atajando”, cuenta con una sonrisa. No fue hasta más tarde que el destino lo llevó a fichar por el Club 18 de Octubre. Jamás jugó para el representativo de El Provincial, y lo convocaron para El Fortín, en el cual comenzó a consolidarse como arquero. Raúl jugó en equipos de la Liga Nuevejuliense, incluyendo el Club Fortín, Atlético, y San Martín, donde compartía experiencias con un grupo de chicas que lo alentaban atrás del arco. ‘Sus fans’.
El fútbol, para él, era más que un juego, fue contando en ‘Despertate’ el programa líder de la mañana de Cadena Nueve y Máxima 89.9. Fue una manera de vivir, de disfrutar cada momento en el campo, sin importar los años. “Nunca fui un arquero violento ni agresivo, siempre preferí divertirme y darle todo al equipo”, dice Raúl, quien asegura que nunca usó guantes ni rodilleras, sino que confiaba en su reflejo y astucia para defender el arco. Es más, un médico reconocido, hincha de San Martín – Dr. Baztarrica – lo bautizó de ‘Gato del arco’, por sus estiramientos y performance no siendo muy alto. Además, su habilidad le permitió destacar en competiciones a nivel local, como con la selección de Nueve de Julio, y tuvo la oportunidad de jugar en el estadio de River Plate, aunque no pasó mucho más allá de esa experiencia. Se jugó ante un combinado de Tandil, antes de un clásico de River-Boca.
A sus casi 84 años los cumple en 14 días, el 5 de febrero, Raúl Villamil sigue jugando al fútbol, aunque ya no ocupa el arco. De hecho, sus compañeros lo han visto desempeñarse como defensor central, puesto que ha asumido con la misma pasión que lo hizo con la portería. Cada sábado, Raúl se pone la camiseta -roja y verde – del Club Alumni, donde viene jugado desde hace más de 43 años. Aunque ya no tiene la misma agilidad que en sus años mozos, sigue marcando su territorio en la cancha, cuidando su “quintita” y tomando el juego con la misma seriedad que cuando era un joven arquero.
“Ya no puedo correr como un pibe de 20 años, pero me divierto igual. Juego con los chicos, los marco, y disfruto de cada momento en la cancha”, comenta Raúl, quien, con su buen humor y lucidez, sigue siendo un ejemplo.
A lo largo de su vida, Raúl Villamil ha aprendido que el deporte no solo fortalece el cuerpo, sino también el alma. No solo ha sido un gran arquero, sino también un hombre de familia ejemplar. Está casado con Marta y tiene dos hijas, Luciana y Leticia, y dos nitos, Valentín (es arquero) e Isidro, quienes lo apoyan en cada paso que da. “Mi mujer siempre está preocupada cuando juego, pero me dice que mientras esté bien, está feliz”, agrega Raúl, quien también ha sido un gran defensor de la vida sana, sin fumar ni beber alcohol. Es más, jugó al básquet, voley entre otros deportes.
Raúl Villamil no es solo un hombre que jugó al fútbol durante más de ocho décadas – trabajó en la industria metal mecánica y fue apicultor-, sino que es un testimonio de lo que el deporte puede hacer por la vida de una persona. Su historia inspira a jóvenes y veteranos por igual, demostrando que nunca es tarde para seguir persiguiendo nuestros sueños y pasiones, y que el fútbol, más allá de los goles y las victorias, es una manera de disfrutar la vida.
Un verdadero ejemplo de dedicación y amor por el fútbol, Raúl Villamil continúa enseñando, no solo a través de sus jugadas, sino también con su actitud positiva y su incansable deseo de seguir adelante, dentro y fuera del campo. Cada sábado, al ponerse la camiseta del Club Alumni y pisar el campo, demuestra que la edad es solo un número y que el verdadero espíritu del deporte se encuentra en el disfrute y la camaradería.
Con 83 años, Raúl sigue siendo un pilar en su comunidad futbolística, un hombre que nunca dejó de creer en el poder del fútbol para transformar vidas y mantener el alma joven. Mientras continúa disfrutando de su deporte favorito, su historia se convierte en un legado, recordándonos a todos que lo importante no es cuántos años se tengan, sino la pasión con la que se vive cada momento.