miércoles, enero 15, 2025
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El segundo cáncer: la grieta y la desunión nacional

Escribe para Cadena Nueve, Roberto Anselmino*

Si la corrupción es el primer cáncer de la Argentina, la grieta que divide a los argentinos es el segundo, igualmente devastador. Esta fractura, alimentada deliberadamente por sectores políticos, mediáticos y sociales, ha dejado de ser una simple diferencia de opiniones para transformarse en una herramienta de manipulación y control. En lugar de buscar puntos de encuentro, se profundizan las diferencias. En lugar de construir puentes, se erigen muros.

La grieta no es un fenómeno natural ni inevitable. Es el resultado de una estrategia política perversa que encuentra en la desunión una forma de perpetuar el poder. El enfrentamiento constante entre “ellos” y “nosotros” sirve para distraer a la sociedad de los problemas estructurales que nos afectan a todos: la pobreza, la inflación, la inseguridad, la falta de oportunidades. Dividir a los argentinos no solo fragmenta al pueblo; también paraliza a la república. Una nación enfrentada es una nación incapaz de alcanzar acuerdos básicos, incapaz de construir una visión compartida de futuro.

Esta grieta tiene un impacto profundo en el alma de la Argentina. Genera resentimiento, desconfianza y odio. Destroza amistades, divide familias y convierte las discusiones políticas en guerras personales. Pero, más grave aún, obstaculiza la construcción de un país verdaderamente republicano. La república no puede realizarse sin el consenso, sin el respeto a la diversidad de ideas, sin el entendimiento de que el bien común debe estar por encima de los intereses partidarios o individuales.

La desunión nacional como arma electoral ha generado un país donde el adversario no es alguien con quien se dialoga, sino alguien a quien se destruye. Este clima de hostilidad permanente no solo atenta contra nuestra convivencia democrática, sino también contra nuestra capacidad de progreso. Un país dividido es un país debilitado, sin fuerza para enfrentar los desafíos globales, sin rumbo claro, sin propósito común.

Superar este cáncer exige un compromiso colectivo para desarmar los discursos de odio, para escuchar y entender al otro, para priorizar el diálogo y el consenso. Exige líderes que tengan la valentía de construir, no de dividir; que elijan sumar en lugar de restar. Porque solo en la unidad, en el respeto mutuo y en la búsqueda del bien común, podremos cumplir con el sueño de una Argentina próspera, justa y verdaderamente republicana.

*Estratega en Comunicación Corporativa

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