Fernando Pessoa afirmaba que “el hombre de justa sensibilidad y razón recta, si se preocupa por el mal y la injusticia del mundo, busca naturalmente corregirlo primero en aquello que más próximo a él se manifiesta; y eso lo encontrará en sí mismo. Esa obra le llevará toda la vida.” Este juicio refleja la necesidad de un cambio interior que se proyecte hacia la comunidad.
Pessoa destaca que la verdadera revolución comienza en la persona humana. Si cada uno se esforzara en corregir sus propios defectos y en cultivar sus virtudes, el impacto colectivo será significativo. Este enfoque de introspección y realización personal es una tarea constante y de por vida, y esencial para constituir una comunidad en paz, justa y solidaria.
Por otro lado, Umberto Eco observaba que el hombre de Occidente se encaminaba hacia una nueva Edad Media. Con esto, Eco no se refería a un retroceso literal en el tiempo, sino a una era caracterizada por la fragmentación y la pérdida de cohesión social. Eco veía signos de decadencia en la sociedad occidental: la desintegración de las instituciones tradicionales, el auge del fanatismo y la irracionalidad, y la proliferación de nuevas formas de oscurantismo y superstición. La idea de Eco señala la necesidad urgente de una renovación cultural y educativa que pueda contrarrestar estas tendencias negativas.
En este contexto, las palabras de Juan Domingo Perón adquieren una relevancia especial. Perón sostenía que había que formar al nuevo hombre argentino con principios y valores humanistas y cristianos. Este nuevo hombre debía ser alguien que, además de estar bien educado y sensibilizado, estuviera unido y organizado para enfrentar los desafíos del presente y del futuro.
La formación del nuevo hombre argentino, según Perón, requiere una educación integral que no solo abarque conocimientos técnicos y científicos, sino también una profunda formación en valores éticos y humanistas. La educación debe ser un proceso que forme trabajadores críticos, conscientes y comprometidos con el bien común. Esto implica promover la solidaridad, la justicia social y el respeto por la dignidad humana.
Es este esquema justicialista, la sensibilidad es fundamental para que este nuevo hombre pueda percibir y responder adecuadamente a las necesidades y sufrimientos de los demás. Una persona sensible es capaz de empatizar con los otros y actuar en consecuencia para aliviar el sufrimiento y promover la justicia. Esta sensibilidad debe ser cultivada desde temprana edad, a través de la educación y el ejemplo.
Además, Perón enfatizaba la importancia de la unidad y la organización. En una comunidad fragmentada y desorganizada, es difícil lograr cambios significativos y duraderos. La unidad implica que los individuos y los grupos trabajen juntos, con un sentido de propósito común y solidaridad. La organización, por su parte, proporciona las estructuras y los mecanismos necesarios para coordinar los esfuerzos y maximizar los resultados.
La convergencia de estos pensadores mencionados nos ofrece una guía para la transformación de la comunidad. La realización personal que promueve Pessoa es el primer paso hacia una comunidad más justa. La advertencia de Eco sobre una nueva Edad Media nos recuerda la urgencia de revitalizar nuestras instituciones y valores culturales. Y la visión de Perón nos proporciona un marco concreto para la acción: educación, sensibilidad, unidad y organización, en definitiva, la realización personal en una comunidad que también se realice.
En definitiva, la creación de una Comunidad Organizada comienza con el esfuerzo personal de mejora espiritual, se fortalece con una educación integral que fomente valores humanistas, se sostiene en la sensibilidad hacia los demás, y se concreta en la unidad y organización colectivas. Solo así podremos enfrentar los desafíos de nuestra época y construir un futuro más justo y solidario para el Occidente.