Está latente en la sociedad una vieja discusión sobre el rol del Estado en las organizaciones humanas. El concepto de Estado es moderno en relación a la antigüedad que tiene la manera en que el hombre se ha ido organizando y superando conflictos.
La reflexión sobre si el ser humano nace bueno o malo por naturaleza y ese debate que no ha concluido ya que es un tema de discusión prolongada en la filosofía y la psicología. Esta disputa se remonta a pensadores como Jean-Jacques Rousseau y Thomas Hobbes, quienes presentaron posturas opuestas al respecto.
Rousseau propuso la idea del “buen salvaje”, sugiriendo que los seres humanos nacen intrínsecamente buenos, pero que la sociedad y la cultura los corrompen con el tiempo. Por otro lado, Hobbes argumentó que los humanos son inherentemente egoístas y crueles, y que la sociedad civilizada es necesaria para evitar el caos y la violencia.
La influencia de la sociedad en la formación de la moralidad es innegable. Desde temprana edad, se nos enseña cómo comportarnos según las normas y valores de nuestra cultura. Sin embargo, la pregunta persiste: ¿qué seríamos sin estas influencias sociales? ¿Naturalmente buenos o naturalmente malos?
El autor también plantea el ejemplo de su perro, cuyo comportamiento no puede clasificarse como bueno o malo en el sentido moral, ya que carece de las estructuras sociales y cognitivas para entender esas categorías. Esto sugiere que la moralidad es una construcción social y no una propiedad natural de los seres vivos.
Además, se menciona la influencia de la antropología judeocristiana en la concepción de la naturaleza humana como inherentemente buena o mala. Según esta perspectiva religiosa, los seres humanos son creados a imagen y semejanza de Dios, lo que puede llevar a la creencia de que son inherentemente buenos pero también susceptibles al pecado.
En última instancia, el debate sobre la naturaleza humana sigue siendo un tema abierto, con diferentes teorías y argumentos que se enfrentan. Independientemente de la postura que se adopte, es evidente que tanto la naturaleza como la sociedad influyen en nuestras acciones y comportamientos. Y esa discusión se refleja en la importancia o no que se le da al Estado como ordenador de conductas en la sociedad y de contención de las necesidades de las organizaciones humanas.