En medio de un escenario político convulso y una economía tambaleante, la provincia de los bonaerenses se encuentra en un punto crucial de su historia. Estas próximas elecciones reflejan una profunda desconfianza del pueblo hacia los candidatos, mientras que la falta de propuestas concretas va dejando una sensación de incertidumbres e inseguridad para el futuro inmediato. La economía, por su parte, enfrenta desafíos monumentales, desde el endeudamiento asfixiante hasta la volatilidad del dólar y la desconexión del mercado económico, de lógica tradicional, con el mundo que se viene.
La violencia social y el crecimiento del narcotráfico han ensombrecido el panorama, al igual que la educación deficiente e inadecuada que afectará negativamente a las generaciones futuras. La malnutrición infantil, la adicción digital, la violencia juvenil se ha convertido en una preocupación alarmante, al tiempo que la corrupción parece prosperar sin un control judicial eficaz. La desinversión en sectores industriales, tecnológicos y científicos amenaza con debilitar aún más la matriz productiva de nuestra provincia, afectando su cadena de valor.
En este contexto, es imperativo interpelar a nuestra provincia y buscar soluciones políticas que aborden estos problemas sistémicos. La raíz de muchos de estos males reside en el régimen político centralista que perdura desde 1861, con la Batalla de Pavón. Ha llegado el momento de abrazar un cambio fundamental y necesario: la descentralización del poder político.
La descentralización es clave para superar la crisis cultural, política y económica que aqueja a los bonaerenses. Fortalecer los municipios y a la familia para ordenar los barrios es un primer paso crucial. Esta base local, equilibrada y armoniosa, rejuvenecerá a la provincia, por cuanto generará municipios con más energía vital.
Los gobernadores deben asumir su responsabilidad de conducir una provincia FEDERAL. Redefinir sus competencias y atribuciones, con un mayor compromiso en la defensa de los intereses de su jurisdicción en relación con los demás estados federativos, es esencial para equilibrar el poder y fomentar una cooperación y colaboración entre las provincias más efectiva, para una Argentina más justa y solidaria.
Los Intendentes actuales, que son parte del problema, deberán dejar de lado los humillantes silencios para comenzar a reclamar el derecho constitucional que les reconoce autonomía plena y cartas orgánicas propias. Ello les permitirá que las necesidades del vecino sean coordinadas e impulsadas desde las políticas locales y no desde el Gobierno de La Plata
El regionalismo productivo, otra herramienta de gran importancia, que se erige como una estrategia para revitalizar las distintas regiones de la provincia. La colaboración entre intendentes, sectores económicos, trabajadores y sus gremios e instituciones autárquicas como INTA, INTI y SENASA puede fomentar el desarrollo sostenible y la reactivación económica a escala regional. Permitiendo un repoblamiento estratégico y la desconurbanización, descomprimiendo a esta urbanópolis.
Además, debemos comprender que la provincia es una extensa región muy heterogénea, con localidades como cabeceras de municipios muy desigual con respecto al resto de sus pueblos, donde muchos de éstos ya reclaman ser reconocidas como Nuevos Municipios, un derecho que les corresponde. Por otro lado, tenemos un Conurbano muy vinculado con CABA y a espalda de la región surera, haciendo imposible tener políticas únicas para toda la región. Se debe planificar estratégicamente, poniendo en funcionamiento un Ente Autárquico para organizar políticas entre CABA y el Conurbano, por un lado, y un Consejo Provincial Productivo para la restante región bonaerense, por el otro.
Tampoco se debe olvidar el reclamo histórico de los Municipios que comprenden la Secta Sección Electoral, principalmente Bahía Blanca, de constituirse en nueva provincia argentina.
La ventana de oportunidad está abierta, pero el tiempo apremia. Las transformaciones que requiere la Provincia de los Bonaerense no será posible bajo un régimen político centralista como el actual. Tenemos cuatro años por delante para organizar propuestas y equipos de trabajo que tomen decisiones audaces e implementen cambios profundos en lo institucional. Es imperativo que los bonaerenses consideren la creación de nuevas herramientas electorales, menos ideologizadas, sectarias y confrontativas que nos permitan una Comunidad Organizada con arraigo en el amor por estas tierras y sensibilidad por la situación de su pueblo, para encarar los desafíos que yacen por delante.
La Provincia de Buenos Ayres del futuro no puede ser moldeada por las mismas estructuras partidarias que han demostrado su ineficacia, desconfianza y rechazos. Es hora de trascender el pasado y abrazar un futuro federal, descentralizado, donde la colaboración, el compromiso, el regionalismo y la autonomía plena se conviertan en los pilares que sustenten la resiliencia y la prosperidad de la provincia de los bonaerenses.