Con el nombre de Triduo Pascual o Sacro Triduo Pascual se designa a la celebración que se lleva a cabo el Jueves Santo, Viernes Santo y el Sábado de Gloria. Si bien la duración es de tres días no se trata de 3 celebraciones diferentes, sino que la celebración que comienza el Jueves y la que concluye el Sábado constituyen una unidad. A través de esto la Iglesia expresa que el misterio de la muerte del Señor esta siempre asociado al de su Resurrección, y no se puede comprender uno sin el otro.
La celebración de estos misterios constituyen el centro de la fe cristiana y los días del Triduo son por lo tanto los días más sagrados para el cristianismo. A continuación mencionaremos y explicaremos algunos de los signos propios de cada día y lo asociaremos a la realidad de fe que quieren expresar:
El Jueves Santo por la tarde se celebra la “Misa de la Cena del Señor”. La misma es la puerta de entrada al Triduo.
El clima de la celebración es festivo. Se conmemora especialmente la Última Cena de Jesús con los apóstoles y la institución del sacerdocio, por eso también se celebra en esta jornada el día del sacerdote.
También se conmemora la institución del “mandamiento del amor” (“amense los unos a los otros como yo los he amado” -Jn. 13, 34) y esto se expresa con el signo del lavado de los pies que Jesús tuvo para con sus discípulos. El Jueves Santo el celebrante repite el gesto con 12 miembros de la comunidad.
Al finalizar la celebración se traslada el Santísimo Sacramento y se dedica un momento a adorarlo en silencio. La celebración concluye en este clima de silencio, sin la tradicional bendición propia del final de cada Misa. Esto último para resaltar que, como mencionamos antes, la celebración es la del Triduo, y por lo tanto continuará mañana Viernes.
El Viernes Santo contemplamos y conmemoramos la Pasión y muerte del Señor.
La liturgia expresa con la solemnidad del silencio y la máxima sobriedad su clima de luto: Jesús ha muerto.
El altar estará, como nunca, desnudo, sin mantel ni velas. Los celebrantes visten el color rojo por la sangre de Jesús. Se postran en el suelo al comenzar la celebración y se cantan canciones. Ésta celebración comienza con una oración, no con la señal de la cruz (porque como aclaramos, continúa lo ya iniciado el jueves).
Este día la Iglesia escucha el relato entero de la Pasión de Jesús y se dedica a orar por las intenciones de la humanidad. Posteriormente se adora la Cruz del Señor.
Es el único día del año en el que en ninguna Iglesia del mundo se celebra la Misa, sino que esta celebración se llama “Celebración de la Pasión”.
El sábado la celebración de la Vigilia Pascual comienza con el templo totalmente en penumbras, retomando el clima de muerte que había quedado después de la celebración de la Pasión. El pueblo se ubica fuera del templo donde se enciende y se bendice el “Fuego nuevo”. También se bendice el Cirio Pascual, la gran vela que representa a Cristo. Una vez se lo bendice, el Cirio es encendido con el Fuego nuevo, expresando la resurrección del Señor de entre los muertos.
A medida que los fieles van ingresando al templo, van tomando luz del Cirio Pascual y con este encienden sus velitas. Este bello signo proclama que junto con Cristo también nosotros “somos encendidos”, resucitamos a una vida nueva. Y esta luz es la que disipa las tinieblas de la muerte para siempre.
En la liturgia de la palabra se leen las principales lecturas de la historia de la salvación.
Posteriormente se entona el Gloria y, por primera vez desde el miércoles de cenizas (40 días antes), se canta el Aleluya.
En la celebración también se bendice el agua que se usará para los bautismos que tendrán lugar más adelante, lo que expresa que quienes se bauticen con esa agua también participan de la Vida nueva que trae Cristo.
Si bien lo expuesto puede resultar extenso, lejos está de abarcar la totalidad de los signos que la liturgia católica contempla para esos días tan sagrados del Triduo.
Los mismos son solo una expresión de la verdad de fe fundamental del Cristianismo: “Cristo murió por nuestros pecados y resucitó al tercer día” (Cf. 1Cor. 15,3-4).