El 26 de abril de 1985 el gobierno nacional realizó una amplia convocatoria a Plaza de Mayo con el propósito de dar a conocer un documento “en defensa de la democracia” suscripto por casi todos los partidos políticos.
Era la respuesta al clima político de gran inquietud que se percibía en el país. Los rumores de “malestar” en las Fuerzas Armadas y conspiraciones golpistas desde la extrema derecha estaban a la orden del día.
El presidente Alfonsín leyó el documento por Cadena Nacional. Luego desde el balcón de la Casa Rosada, se dirigió a la muchedumbre. Ante una plaza colmada de cánticos, pancartas y banderas de diferentes partidos, el primer mandatario realizó un balance de los primeros años de su gestión en materia de fortalecimiento de la democracia.
Hasta que, en un “inesperado” giro de su discurso, Alfonsín sorprendió a la multitud e hizo referencia a una “economía desquiciada y un Estado desbastado” como herencia recibida.
Envuelto en el silencio de la mayoría y la silbatina de los demás concurrentes, el presidente llamó al “esfuerzo de todos” para transitar “una economía de guerra”, argumentando sin eufemismos la necesidad de un ajuste en el Estado y la privatización de “todo lo que haya que privatizar”.
Durante lo que fue la desconcentración de la plaza se escucharon muchos cantos de desaprobación contra el Gobierno radical.