Además, dichos productos están “dirigidos a individuos generalmente sanos en los cuales el riesgo de infección y el alcance de su propagación es relativamente bajo en comparación con el ámbito de la atención de la salud, en el que los pacientes son generalmente más susceptibles a las infecciones y el potencial de propagación de estas es mayor”.
En el documento de la Administración de Drogas y Alimentos también se establece que “no existen estudios clínicos que avalen una eficacia superior por parte de estos productos frente a los jabones no antibacteriales en la prevención de enfermedades o en la reducción del riesgo de infecciones cuando son utilizados en el ámbito del hogar y en lugares públicos”. Este, precisamente, es el caballito de batalla publicitario que suelen utilizar las empresas que comercializan este tipo de productos.
Consultado por el diario Clarín, el doctor Lautaro de Vedia, vicepresidente de la Sociedad Argentina de Infectología explicó que la resistencia antimicrobiana “tiene muchos factores, y esta recomendación de la FDA surgió porque esos productos no lograron demostrar ser mejores que un lavado de manos con un jabón normal”. Sin embargo, dijo que lo importante es “no alarmar, no es que estos productos sean peligrosos, si no que no demostraron ser mejores”. Y añadió que ante la posibilidad de generar resistencia antimicrobiana, es que se decide retirarlos, debido a que “la resistencia a los antibióticos es el gran cuco de nuestro tiempo”.