En épocas donde la información fluye constantemente por internet, y las noticias de múltiples temas repercuten en apenas segundos, es necesario tomarse un tiempo para analizar ciertas novedades con mayor detenimiento. Los proyectos que impulsa el gobierno nacional de federalización de los recursos y voto electrónico, y la reciente ley que prohibe la reelección indefinida de quienes ocupen cargos electivos en la provincia de Buenos Aires, implican cambios trascendentales para nuestra vida institucional. Son, básicamente, cambios que vienen romper con una forma de gobierno conservadora que fue durante muchas décadas incapaz de encarar las modificaciones necesarias que hoy se plantean en la agenda política con años de retraso, pero en fin, más vale tarde que nunca.
En la Argentina de los últimos 30 años las políticas han obtenido resultados definitivamente de tinte unitario, pese a que seguramente ningún dirigente que haya pasado por la gestión pública se reconozca a sí mismo como tal. Esto no es una novedad, hace más de 100 años las corrientes federal y unitaria se debatieron a sangre y espada. El enfrentamiento tuvo al “federalismo” de Rosas como triunfador, y durante 20 años quien pregonaba intenciones federales, tuvo siempre prácticas y resultados extremadamente unitarios.
En otro orden de cosas, nuestra Argentina, que durante décadas ha sido gobernada por quienes levantaban la bandera en defensa de los trabajadores, obtiene datos donde el 50 % de los mismos están en negro.
Valgan estas apreciación para evidenciar el gran error de juzgar a las políticas y programas por sus intenciones, en lugar de hacerlo por sus resultados.
Pero más allá de la estadística lo que intento resaltar es la importancia de estas medidas; el programa federal de gobierno ha sido siempre más un sentimiento que una doctrina. Pero finalmente esa realidad comienza a modificarse por primera vez desde la vuelta de la democracia; siendo la Nación ahora quien aumenta (con fuerza de ley y no ya mediante la arbitrariedad) los fondos cooparticipables. De esta forma las provincias podrán ganar autonomía y se hará justicia sobre todo a nuestra provincia de Buenos Aires, que ha sido la más perjudicada siendo que es la que más recursos aporta y la que tercera recibe, dato insólito que demuestra el sometimiento ha que se han prestado los últimos gobernadores y legisladores que la han representado.
Otra de las iniciativas tiende a implementar el voto electrónico, generando una revolución en la democracia tal como lo hizo hace un siglo la ley Saenz Peña. Las elecciones en nuestro país con las boletas de papel, las listas sábanas, las colectoras, y lo más grave la ley de lemas, generan que se pierda legitimidad, que la competencia no sea ecuánime para todos los partidos (ya que no es fácil fiscalizar todas las mesas, ni repartir las boletas en todas las casas), el cuarto oscuro suele ser un caos, donde ha habido casos que es imposible identificar la boleta que se requiere y por último no son buenas para el medio ambiente ya que se derrocha muchísimo papel existiendo métodos electrónicos que ya se utilizan hace años en por ejemplo Brasil.
Por último el límite a la reelección indefinida en la provincia de Buenos Aires es un gran avance institucional, ya que una de las características fundamentales de una república es la periodicidad de los cargos públicos, concepto que tal vez sea el más distintivo frente al sistema antagónico que sería el autoritario.
Estos grandes cambios han sido planteados por las más altas esferas de gobierno, estará ahora en los legisladores modificar estos puntos tantas veces demorados en beneficio de los oficialismos de turno que han sido extremadamente conservadores y unitarios en estos aspectos cruciales para la República. Festejo que los temas estén ya en la agenda pública y expreso mi deseo de que puedan concretarse, para avanzar con otros cambios que necesita sobre todo la provincia de Buenos Aires que niega aun la autonomía plena de los municipios, o mantiene un sistema bicameral que le insume gastos inmensos e innecesarios dignos de un sistema anacrónico.