En los últimos años la comunidad científica ha intensificado la exploración de pinturas rupestres en el territorio, con el objetivo de conocer el origen de estas inscripciones que forman parte del patrimonio cultural argentino. En esta línea, investigadores del INTI participaron de una exploración conjunta con la Escuela de Arqueología de la Universidad Nacional de Catamarca (UNCA) y el Instituto de Investigaciones sobre Patrimonio Cultural de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM), en las Cuevas de Oyola de la Sierra de Ancasti en Catamarca.
“La investigación permitió conocer que las pinturas fueron realizadas con materiales locales, como yeso y arcilla. Además se detectaron diferentes preparaciones de pinturas en tonos rojos y blancos, lo cual supone complejas técnicas de elaboración y cierta diacronía (desarrollo a través del tiempo) en la confección de los motivos”, explica Lucas Gheco de la UNCA, institución que lideró el proyecto.
Para su estudio se tomaron muestras de 1 mm2 de los grabados, se extrajeron elementos presentes en el lugar (desde vegetación hasta sedimentos del suelo) y se analizaron en el INTI. Los primeros ensayos se realizaron en el Centro de INTI-Procesos Superficiales y luego pasaron al Laboratorio de Especies Cristalinas de INTI-Química para continuar con la caracterización mediante las técnicas de rayos X de difracción y fluorescencias.
A partir del análisis químico se identificó la presencia de óxido de hierro en coloraciones rojizas —material característico en este tipo de formaciones geológicas—; cactus como material aglutinante; y oxalato de calcio en los pigmentos blancos, compuesto que pudo originarse como resultado del accionar de líquenes a lo largo del tiempo. Esta última sustancia “si bien no permite datar las muestras, porque contiene Carbono-14 (que puede alterar los fechados), cumple una función crucial para la conservación de las pinturas porque actúa como una especie de barniz natural”, detalla Sol Ugarteche de INTI-Química.
Conservación del arte rupestre
La investigación se llevó adelante con el fin no sólo de analizar las formas rituales que determinaron la presencia de las pinturas rupestres en las Cuevas de Oyola (que según investigaciones realizadas hasta el momento podrían corresponder principalmente a la Cultura de La Aguada) sino también indagar las posibilidades de su conservación. En este sentido, el conocimiento de la composición de las muestras será clave para la preservación del espacio donde se encuentran.
“Será nuestra prioridad en los futuros estudios junto a los especialistas del INTI detectar posibles compuestos orgánicos (como grasas o aceites) empleados en la preparación de las pinturas, a través de técnicas como la cromatografía gaseosas con espectroscopía de masas”, anticipa Gheco.
“Creemos importante participar de este proyecto, entendiendo que recuperar el patrimonio cultural es también apoyar el mejor desarrollo de las industrias culturales”, concluye Rodrigo Álvarez del Centro de Química del INTI.