Los feriados de este lunes y martes se deben al Carnaval que es una de las fiestas populares de mayor tradición en la historia de la humanidad. Después de 1976 es la cuarta vez que se festeja en nuestro país.
No se descarta que su origen se remonten a los rituales paganos a Baco, el dios del vino; y en en los festines que se realizaban en honor al buey Apis en Egipto; o en las “saturnalias” romanas, en honor al dios Saturno.
Algunos historiadores precisan que los primeros carnavales se remontan a la antigua Sumeria, hace más de cinco mil años, pasando luego la costumbre de la celebración a Egipto y al Imperio Romano, desde donde se difundió por toda Europa, siendo traído a América por navegantes españoles y portugueses en época de colonización y conquista a partir del siglo XV.
Con el paso del tiempo, el carnaval fue adoptado por los pueblos que poseen tradición cristiana, precediendo a la cuaresma. Es por ello que esta referencia se tiene muy presente para saber cuando comienza ese período de meditación, reflexión y tranquilidad espiritual, tras ‘el desmadre’ que las fiestas carnestolendas proponen, previo a la cuaresma.
El término carnaval proviene del latín medieval carnelevarium -“quitar la carne”- refiriéndose a la prohibición religiosa de consumir carne durante los cuarenta días que dura la cuaresma.
Esta despedida de la carne se realiza los días previos al ‘Miércoles de Ceniza’, fecha en la que se daba comienzo a la cuaresma; un periodo de cuarenta días -hasta el Domingo de resurrección- que se destinaba a la abstinencia, recogimiento y el ayuno, acompañado de oraciones, penitencia y espiritualidad religiosa.
En la actualidad, el carnaval se encuentra muy arraigado a la celebración popular, alejándose de su significado religioso, alargando los festejos a los primeros fines de semana del mes de marzo, propio de la Estación verano y movimiento turístico.
En la España de la época colonial, durante el reinado de los Reyes Católicos, ya era costumbre disfrazarse en determinados días con el fin de realizar bromas en los lugares públicos, hasta que en 1523 el rey Carlos I dictó una ley prohibiendo las máscaras y enmascarados. Fue el rey Felipe IV quien se encargó de restaurar el esplendor de las máscaras.
Con el correr de los años, el carnaval fue adoptando estilos diferentes según cada país. En América incorporó elementos aborígenes y hasta alcanzó ribetes místicos precolombinos.
Hoy esta expresión popular se celebra en distintas partes del mundo, haciendo que los escenarios donde se desarrollan atraigan a miles de turistas de otras latitudes para sentir, vibrar y cantar con el paso de las comparsas. Así, por ejemplo, el Carnaval de Río de Janeiro en Brasil, el de Oruro en Bolivia, el de Venecia en Italia, o el de Gualeguaychú (en Entre Ríos); o Lincoln o 25 de Mayo en esta zona bonaerense, se encargan de trasmitir los estadios de felicidad que los caracterizan, haciendo que participantes y espectadores se contagien con el audaz ritmo de las “batucadas”, caretones o carrozas, disfrutando de un espectáculo lleno de brillo, luz y sonido sin precedentes.
El carnaval cae cada año en una fecha distinta debido a que a partir del siglo IV, durante la decadencia del Imperio Romano, la iglesia católica tomó el control de la mayor parte de las celebraciones paganas que se realizaban, anulándolas y/o reconvirtiéndolas en fiestas religiosas.
Ante ello, el emperador romano Constantino el Grande estableció, en el primer Concilio de Nicea (año 325 d.C.), una fórmula por la cual se determinaría cuándo caería la celebración de la Semana Santa y ésta sería siempre en el domingo siguiente a la primera luna llena tras la entrada de la primavera (Domingo de resurrección).
Se acordó que a la Semana Santa le precedería un espacio de cuarenta días (la Cuaresma) en los que, obligatoriamente, se debía realizar unos actos de sacrificio y penitencia, entre ellos el ayuno y abstinencia.
En septiembre de 2012, la Presidenta de la Nación, presentó un proyecto de ley que restauró los dos feriados de Carnaval -lunes y martes –que habían sido suprimidos por la última dictadura; y los fundamentó en que el carnaval concierne a “un fenómeno cultural profundo, y no sólo urbano”.