Cecilia de Roma, conocida como Santa Cecilia fue una noble romana, convertida al cristianismo y martirizada por su fe en una fecha no fácil de determinar. La historia señala entre los años 180 y 230.
La Iglesia Católica conmemora su muerte el 22 de noviembre, ya que esa fecha fue preservada en el templo dedicado a ella del barrio del Trastévere en Roma.
Las primeras guías medievales de los sepulcros de los mártires romanos señalan su tumba en la Vía Apia, al lado de la cripta de los obispos romanos del Siglo III.
Según la tradición, Cecilia había sido una mujer virgen de una familia senatorial romana de los Metelos, que se había convertido al cristianismo desde su infancia. Sus padres la dieron en matrimonio a un noble joven pagano, llamado Valeriano. Tras la celebración del matrimonio, la pareja se había retirado a la cámara nupcial, Cecilia dijo a Valeriano que ella había entregado su virginidad a Dios y que un ángel celosamente guardaba su cuerpo; por consiguiente, Valeriano debía tener el cuidado de no violar su virginidad. Valeriano pidió ver al ángel, después de lo cual Cecilia lo envió junto a la tercera piedra milenaria de la Vía Apia, donde debía encontrarse con el Papa Urbano.. El papa lo bautizó y Valeriano regresó como cristiano ante Cecilia. Entonces se apareció un ángel a los dos y los coronó como esposos con rosas y azucenas. Cuando Tiburcio, el hermano de Valeriano, se acercó a ellos, también fue convertido al cristianismo y a partir de entonces vivió con ellos en la misma casa, en completa pureza.